Opinión | Buena jera

Singular y plural

Una vez más, Cataluña y los dineros, claro, en el centro de la política española

Jordi Pujol.

Jordi Pujol. / Laura Guerrero

Llevo varios días consultando diccionarios modernos para comprobar si últimamente ha cambiado el concepto de "singular" y ya es algo distinto a lo que aprendí en las clases de Gramática Española en el Instituto "Claudio Moyano" bajo la enseñanza de don Enrique Roldán y don Ramón Luelmo. Y, la verdad, no he despejado mucho mis dudas porque ahora resulta que lo de "singular", aplicado a la financiación de Cataluña, tiene matices, interpretaciones y hasta relatos distintos; depende de quién analice, puntualice y aclare. Así que he vuelto al diccionario de la Real Academia Española (RAE) y allí dice que "singular" es algo "único y diferente del resto". Mira qué bien. Esta definición no hace sino concretar definiciones que había encontrado en otras búsquedas. Por ejemplo, hablan de "singular" como lo que es "extraordinario", o "excepcional", o "poco común", o, incluso "raro". De modo que la llamada “financiación singular” para Cataluña (veremos si llega o no a cogüelmo) es, (o será), según la RAE, "única y diferente del resto". Y si ahondamos más, hallaríamos un amplio repertorio de adjetivos: extraordinaria, excepcional, rara… Parece claro de qué va la copla, pero, atentos, porque la polémica, y la consiguiente bronca, no han hecho más que empezar.

Todo el mundo sabía que los independentistas, en cualquiera de sus versiones, son insaciables. Y si no les dan lo que piden, pues eso, la culpa es del Estado represor, de la falta de democracia en todos menos en ellos, de lo que les chupa el resto de España y así sucesivamente. Por eso no ha extrañado a casi nadie la exigencia de la financiación “singular”. Ya ha sucedido en otras ocasiones y siempre en una situación similar o parecida y bajo un denominador común: el partido que tiene más apoyos para gobernar España necesita de los votos de los nacionalistas catalanes (hoy separatistas) y estos los ponen en el mercado caros, muy caros. La pela es la pela. Nada nuevo. Cuando Felipe González perdió la mayoría absoluta, Jordi Pujol le pasó la receta. Entre otras cosas, la cesión a las autonomías del 15% del IRPF. El PP puso el grito en el cielo. Aznar habló de ruptura y destrucción de España (¿les suena?), pero, cuatro años después, cuando él necesitó los votos de CiU para su investidura en 1996, cedió el 33%, además de suprimir los gobiernos civiles (pasaron a llamarse subdelegaciones del Gobierno), desarrollar los mossos de escuadra y acabar con la mili. Todo a petición de Pujol a quien antes gritaban aquello de "Pujol, enano, habla castellano". Rajoy aplaudió con las orejas cuando CiU, encabezada por Artur Mas, derrotó a la coalición de izquierdas que llevaba ocho años gobernando la Generalitat, pero Mas, agobiado por la crisis económica y las protestas, le pidió un concierto económico igual al vasco y navarro. Don Mariano no aceptó (tampoco tenía dinero para lo "singular") y ahí comenzó el "procés" y sus consecuencias.

Ahora ERC reclama ese concierto y Junts, lo mismo, y como en la película de los hermanos Marx, dos huevos duros.

¿Cómo arreglar tanto entuerto? No creo que Pedro Sánchez acepte lo del concierto. Ni siquiera una financiación "singular" que perjudique a otros territorios. Ya se han sublevado algunos, incluso del PSOE. No parece de recibo que uno salga beneficiado y el resto perjudicado. Claro que eso sucede con el País Vasco y Navarra y nadie protesta. Hasta la Constitución lo recoge. Pienso que antes de que el lío pase a mayores, el Gobierno tendría que convocar el Consejo de Política Fiscal y Financiera y estudiar un nuevo modelo de financiación, que está vigente desde 2014 y se ha quedado desfasado. Claro que, a la vista de la tensión actual, es muy difícil que se alcancen acuerdos. No existe postura común ni dentro de cada partido. Lo que reclaman Madrid, Andalucía y Valencia es justo lo contrario de lo que piden Galicia y Castilla y León; y todas son del PP. En el PSOE sucede lo mismo. Pero, hombre, por hablar, por negociar, que no quede. Al fin y al cabo, la política es eso: el arte de lo posible. O sea, bastante más que andar a diario con insultos, descalificaciones e improperios.

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