Opinión | Al grano
Zamora acaricia los valores de la piedra
La provincia tiene muchas mimbres sin quemar, ideas y proyectos; está viva
Lo bueno de vivir es que el mañana no está escrito y que el hoy puede despertarse sin recordar lo que fue el ayer. Un galimatías, verdad, pero no puede ser de otra manera cuando la intención es extraer agua del desierto, hacer aflorar una capa de optimismo de esta Zamora nuestra, reconcentrada en sí misma, pegada a los huesos como el plástico abrasado a su churruscada figura.
Zamora no está muerta aunque lo parezca. Tiene mimbres aún sin quemar, ideas y proyectos. Le falta empuje, eso sí, pero acumula arrestos, valores y motivos para sacar la cabeza del fango. Suma, quizás, lo más importante, territorio, espacio físico. Es una provincia despoblada, vaciada industrialmente, humillada, pero con ganas de reivindicarse, de sacar la cabeza para decir: aquí estoy, soy lo que quiero ser en el futuro.
Y lo que quiere ser en el futuro es un centro agroindustrial con carné de identidad propio, una referencia gastronómica, un paraíso para el encuentro, para soñar junto al Duero y sus nervudos hijos: ríos y arroyos que han dado alimento a cientos de miles de personas, una entidad con pasado y costumbres, un espacio natural donde se puede respirar con la misma pulsión que lo hace el planeta vivo.
Los valores de Zamora son los de la piedra, que siempre está ahí, esperando a ser utilizada y mientras tanto pasa desapercibida, aguantando noches y días sin horas, la intemperie más descarnada de un barbecho con besanas trazadas con la reja de un arado de desfonde. Ahí está la fuerza de esta provincia, en su eternidad, en su estado de crisálida, ovillo que puede ser deshilachado para engarzar tapices que cuenten la verdad del mundo en una sola escena.
Ya está este con sus cuentos, dirán. Ya está el Celedonio echando literatura sobre un borrajo donde todavía ahúman las brasas de la dignidad. No. Creo que está provincia tiene futuro. Más que otras, incluso. Zamora sabe que su tiempo está por venir, otra cosa es lo que crean los zamoranos. Ese es el quid, la tuerca que ajustar. Ese es el eslabón más difícil de engarzar, el que nos va a permitir ir hacia adelante o solo atar el burro al árbol.
Los zamoranos, ahora, tenemos que olvidar parte de nuestra condición de “homo sapiens”, la de ser seres marcados por la tristeza. No veamos el mañana como una amenaza, solo como una oportunidad de borrar lo que ha ocurrido. Y empecemos a caminar como si la próxima estación tuviera premio.
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