"Un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma": los nombres de las calles de Zamora

¡Calle mayor de mi esperanza, suenen / en ti los pasos de mi vida…!

Vista del Mercado, Anton de van der Wyngaerde, 1570.

Vista del Mercado, Anton de van der Wyngaerde, 1570.

José-Andrés Casquero Fernández

José-Andrés Casquero Fernández

¡Calle mayor de mi esperanza, suenen / en ti los pasos de mi vida…!

Claudio Rodríguez

Es difícil imaginar cómo era la Zamora de la Edad Media, tanto en población como en territorio. En cualquier caso, se parecería más a un poblachón de casas de adobe y mortero, con su fortaleza y cerca, el puente, algunas iglesias, las aceñas y poco más. No obstante, las crónicas coinciden en considerar que este pequeño núcleo de población era una "ciudad", y también el registro escrito nos confirma la presencia de actividades e instituciones genuinamente urbanas. Una ciudad, de acuerdo a su tamaño, con poquitas calles, que entonces – al igual que ahora – eran lugar de encuentro de gentes afanosas en sus quehaceres cotidianos: artesanos, clérigos, soldados, señores y criados, mujeres trajinando, niños correteando y jugando… Pero, ¿quién puso nombre a las calles? Obviamente, el poder – civil y religioso – aunque por ser huellas parlantes de la memoria de la ciudad, de su aliento fundacional y evolución, son reflejo también de su paisaje y paisanaje. ¿Y qué nos dicen los documentos sobre el particular? No mucho, aunque suficiente para hacernos una idea aproximada. Veamos. Si el territorio de nuestra infancia no solía ir más allá de tu casa y sus alrededores, y así cuando te preguntaban dónde vivías respondías en San Martín, la Plaza de Toros, los Bloques, el jardinillo de San Torcuato, San Lázaro, Pinilla, la Avenida, los Barrios Bajos, La Candelaria, las Tres Cruces, San Frontis, Pantoja, La Lana…, algo similar sucede con la toponimia zamorana del Medievo, en la que encontramos sobre todo lugares: el "Mercadillo", la "Bollonera", "Peñas Brinques", el "Troncoso", "Olivares", el "Peñedo", la "Cárcava"… y por supuesto iglesias y colaciones, Santo Tomé, San Claudio, San Isidoro, San Bartolomé, San Cebrián, San Pedro, San Martín de los Caballeros, San Simón… además de algunas calles o rúas como la de los Francos, los Leones, Manteca, Caldereros, Balborraz, Traviesa, Corredera, Monforte...

"Un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma": los nombres de las calles de Zamora

Lápida conmemorativa del arreglo de la calzada de la Feria y otras calles, 1730. / José-Andrés Casquero

En toponimia es máxima "explicar los sitios por los nombres y los nombres por los sitios" (Pascual Riesco Chueca dixit), y así el aludido Mercadillo, nos recuerda aquel espacio próximo a la catedral donde, a diario, la gente se abastecía de lo fundamental, o el Peñedo, entonces un abrupto peñasco junto a la cerca sur, que se derrocó para formar la actual cuesta del Piñedo. También un accidente del terreno, una cárcava o barranco, daría nombre, a la calle que hoy conocemos como Costanilla. Más difícil es desentrañar a qué alude Bollonera, pues por su ubicación – próxima a la iglesia de San Juan – no parece fuese un lugar del río donde se pesca con red, como proponen los estudiosos.

5.- Lápida conmemorativa del arreglo de la calzada de la Feria y otras calles, 1730. 6.- Testimonio del arreglo de la calzada de San Cipriano, 1728. 7.- Rótulos de las calles de Mesones, San Martín y Renova y plaza de Santa Lucía

Calle de Santa Clara, anónimo. / l José-Andrés Casquero

Cuando los límites de la ciudad no iban más allá de la Plaza Mayor, las calles eran pocas. En su espina dorsal, el Carral Mayor, que pronto se conocería como la Rúa (según épocas y tramos de los Francos y de los Notarios), se abrieron a derecha e izquierda algunas. Por ejemplo, la intercesión de las Doncellas y Santa María la Real (actual Moreno) era conocida como la Cruz de la Rúa. En la ciudad vieja aún queda algún nombre de oficios desaparecidos, como Corral de Campanas, o lugares de solaz, como Juego de Bolos – petanca – que alquilaba la Cofradía de Ánimas de Santa María la Nueva para sacar limosna. Las imágenes del poder sirvieron también para nombrar calles y plazas. Así, se llamó del Conde a la hoy plaza de Viriato, porque en ella se alzaba el palacio del muy poderoso de Alba de Liste, hasta que en el siglo XVII se construyó enfrente el Hospital de la Encarnación, y pasó a nombrase del Hospital Nuevo o del Hospital a secas. Su construcción obligó a derribar algunas casas, desapareciendo parte de la calle de Placentinos – un topónimo que bien pudo aludir a la presencia de antiguos pobladores procedentes de Plasencia – aunque ya en el siglo XVI era conocida como de las Damas. No muy lejos de aquí estaba otro modesto hospital, el de la Misericordia que también daba nombre a la calle. De la misma manera, allí donde vivían otros prohombres de las oligarquías urbanas, las calles eran conocidas por sus apellidos: Pizarro, Moreno, Doctor Grado o Guerra. Estos últimos – los Guerra de la Vega – tenían sus casas de morada "junto al postigo que llaman de la Reina", en lo que el vulgo conocía como palacio de Doña Urraca, un anacronismo antes y ahora difícil de explicar. Pero, paradojas de la vida, a tan áulico nombre sucedió el muy vulgar de plaza de la Leña, por venderse aquí a diario la paja y leña para los fogones. Otras de viejo abolengo, como la Alcazaba, que tomaba su nombre de la antigua fortaleza levantada en tiempos del dominio musulmán, sin embargo, era conocida popularmente como de los Herreros, porque en su extremo final estaba el sitio "en que asisten los herradores"; o Balborraz, topónimo asimismo de raíz árabe, con el que se conocía el arco o puerta de la muralla, no sabemos a ciencia cierta si en alusión al nombre o apodo de un antiguo propietario, o bien a la apariencia de la escultura allí existente, bautizada por el vulgo jocosamente como "el cabezudo".

"Un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma": los nombres de las calles de Zamora

Testimonio del arreglo de la calzada de San Cipriano, 1728. / José-Andrés Casquero

En la unión de la ciudad vieja y nueva, tras rellenarse las cárcavas y derribar algunas casas, se formó una pequeña plaza, junto a la iglesia de San Juan de Puertanueva que habría de ser el embrión de la Plaza Mayor. Por ser sitio principal, en ella se construyó, a fines del siglo XV, el Consistorio – antes lo estuvo junto a la iglesia de San Martín – reuniendo en sus suelos y aledaños lo más singular de la actividad comercial. Aquí tenían sus puestos fruteras, lenceras, pescaderas y carniceros (que también tuvieron sitio en Santa Lucía), y más tarde pasarían a la cercana plazuela del Fresco (antes Malcocinado) y Quebrantahuesos (antes Huesos de Caballo), o la Pañería y el Poste de los Huevos; cerca estuvieron también los mesones nuevos – que iban de San Bartolomé a la Plaza– que hoy nos recuerda la corta calle de Mesones, las Platerías, en la inmediata Costanilla, las Lonjas (hoy Juan Nicasio Gallego) y Balborraz, importante arteria comercial que la comunicaba con el Mercado, situado junto a la iglesia de San Julián, orilla del río.

"Un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma": los nombres de las calles de Zamora

Rótulo de la calle de San Martín. / José-Andrés Casquero

Cuando la ciudad creció, la prolongación de la Rúa, allende la Plaza, se llamó, ya en el siglo XVI, Renova, y no fue hasta concluir esta centuria, una vez que las monjas clarisas dejaron su insalubre casa en los arenales del Campo de la Verdad, junto al río, y levantaron otra, entre el extremo este de la muralla y lo que entonces eran cortinas y el priorato benedictino de San Miguel, cuando la calle pasó a conocerse con la advocación del convento: Santa Clara. En el ensanche o burgo (arrabal) iglesias y conventos significaron las calles: San Torcuato, San Andrés, San Esteban, Santiago del Burgo, San Antolín, Santa Olalla, Santa Marina, San Bartolomé, San Vicente, San Salvador de la Vid, San Pablo... Aquí, topografía y edificios alumbraron nombres como el Riego, pues por ella entonces bajaban sus aguas, Roya (Martínez Villergas), Estudio (hoy Benavente), donde estuvo el de gramática latina y la escuela de primeras letras, Paridas (Pianista Berdión), tras fundar el obispo Galván en el hospital de Sotelo, una sala oscura para partos vergonzantes, o Brujos (Pelayo), seguramente porque en ella pudo tener alguna propiedad la cofradía de este nombre, sita en la cercana parroquia de San Torcuato.

"Un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma": los nombres de las calles de Zamora

Rótulo de la plaza de Santa Lucía. / José-Andrés Casquero

En este callejero no faltan algunos nombres pintorescos o que evoquen sucesos legendarios: Patada de Babieca se llamó al barrio junto al arco del Mercadillo, pues se identificó con el legendario lugar donde picó espuelas el Cid persiguiendo a Bellido Dolfos, Abrazamozas y Cantaelsapo, parecen salidas del "ethos" popular, y el nombre plaza de la Hierba (Sagasta), tiene un sabor romántico, pues alguien inventó la fabulosa historia de que aquella creció al dejar de pasar por ella las gentes, amedrentadas por las disputas entre los linajes locales de Monsalves y Mazariegos.

En las pueblas intramuros, como La Lana, donde se establecieron los menestrales del textil (tejedores, sederos, cardadores) o el Valle, donde lo hicieron los del cuero, las calles nos recuerdan los oficios de sus antiguos moradores: Laneros, Zumacal, Tenerías (en la judería vieja, junto a Santo Tomé), Baños (de curtir), Alfamareros (tejedores de alforjas y mantas), Zapatería (de obra prima, o sea remendón, y nueva), Capilleros, no Carpilleros, es decir, los que hacían las capillas… Aquí también dejaron su impronta los nombres de algunos de sus más conspicuos vecinos: Toral, "que ahora dicen de Mariaquince", donde a la sazón vivía María Quince o Paternóster, Buscarruido y Hermano Señor, seguramente motes. También el paisaje urbano: Pozo, por el que hubo cerca de la iglesia de Santa María de la Horta, Alhóndiga, Arco de San Andrés, Puente, Palomar (hoy plaza del cuartel Viejo), Feria (por hacerse en sus aledaños la de Gracia o del Corpus), Alberguería, Santa Ana y San Sebastián, (por las desaparecidas ermitas de este título) …Obviamente, hay muchos más, pero me permitirán que lo deje para otra ocasión, pues tanto nombre, cansa. Así pues, continuará…

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