Toneladas de ajo zamorano, pal puchero

Los 85 agricultores de la provincia auguran la desaparición de la Feria en diez años si no hay apoyo institucional al cultivo

Mil toneladas de ajos vendidas. El número impresiona, pero los 85 agricultores de la Feria del Ajo de San Pedro 2024 han logrado sortear las inclemencias meteorológicas, "la gente ha venido desde muy pronto esta mañana por si vuelve a llover y se ha vendido casi todo a esta hora", las dos y media de la tarde de ayer, último día del certamen.

"La gran calidad del producto atrae a hosteleros de todo el norte, de Bilbao, de Asturias, de Santander, de Galicia..., la fama es importante", se jactaban los secretarios de UPA y de COAG en Zamora, Aurelio González y Lorenzo Rivera, respectivamente. Los dos sindicalistas hacían un llamamiento a las instituciones, a la Junta de Castilla y León, a la Diputación y a los ayuntamientos para "que incentiven la Feria del Ajo y no sea solo Caja Rural para que no desaparezca en ocho o diez años", declaraba Rivera.

Salvar la Feria implica, cuando menos, "que no se pierdan los 85 agricultores que este año han venido, pero también maniobrar para enganchar a los que se dedican al ajo industrial que venden directamente a empresas o por Internet, detallaba. Cultivadores de ajo en la provincia hay y va a haber, "pero mucho ya son muy profesionales, ya no hacen ristras y que venden directamente", ante esa realidad González considera que "debemos compaginar esto con la producción más artesanal" que permite sobrevivir a la Feria del Ajo.

"Muchos dejan una pequeña partida para estar aquí, hay que agradecérselo", pero "hay que darle una vuelta a este certamen de San Pedro, como podría ser una jornada gastronómica entorno al ajo, imprescindible en la comida, con el lechazo que tenemos y la carne, "qué rico está el filete con un ajo debajo", decía mi padre", agregaba el secretario de UPA y asentía su homólogo de COAG.

Las instituciones deben valorar el esfuerzo que hacen viniendo dos días y trenzando las ristras, un trabajo manual que lleva semanas, ya que los puestos tienen entre 4.000 y 6.000 y, "aunque compensa el precio, los 10 euros por ristra que se ha pagado", se necesita incentivar la participación para mantener entre los 80 y 100 puestos cada año. Los premios también deberían ser más abundantes, consideran, "en cada pueblo aún quedan dos o tres cultivadores que quieren venir, pero tienen que inculcárselo a los descendientes. Tenemos que promocionarlo".

Este año solo un agricultor de fuera de la comunidad, de Aceuchal, y otro de Palencia ponían la nota discordante a la denominación de origen de Zamora, el ajo industrial ha mermado la presencia de cultivadores de otros puntos de Extremadura y de Castilla y León que hasta hace no tanto tenían su hueco en la avenida de Las Tres Cruces, mucho más atrás quedan aquellos tiempos en los que se apretaban los 320 puestos, con pasillo central incluido, para dar cabida a una variada procedencia.

El mercado está cambiando, subrayaba Rivera y "si queremos mantener la Feria como en los últimos cien años o incentivamos con mejores premios, valoramos el esfuerzo de Caja Rural, pero ella sola no puede conseguir esa cambio. Hay que cambiar el formato y hacer las cosas bien". Es la única salida, junto al respaldo a esta producción más artesana, para que los agricultores continúen viniendo, aunque no renuncien a la venta por Internet o a industrias.

Cipriano García, el director general de Caja Rural, recogía el guante en cuanto al apoyo, "nuestra predisposición es clara en lo que nos compete, en colaborar o mejorar en los aspectos que se les ocurra a los organizadores o los ajeros, a las administraciones". Cipriano García pedía también implicación del público para que las feria continúe siendo rentable a los participantes.

Agricultores de la Feria del Ajo 2024.

Agricultores de la Feria del Ajo 2024. / L.O.Z.

Los agricultores más jóvenes presentes en la Feria, hijos y nietos de participantes en esta cita, con más de un siglo de antigüedad, van más allá e instan a que las administraciones faciliten respaldo a su actividad para que ese relevo generacional sea una realidad, "que la competencia de otros países en los que se permite usar fungicidas aquí prohibidos dejen de ser competencia: importamos sus productos con un coste muy inferior, mientras a nosotros se nos exigen requisitos que lo encarecen. Es imposible competir así", apuntaban varios de los entrevistados.

Uno de los más veteranos de esta feria que suma más de un siglo de vida, recuerda aquellos buenos tiempos en los que iba con su padre, con ocho años, a la feria de Toro y de Zamora, "cuando esto estaba así", cierra los dedos de sus manos para simular el montón, y pide que se amplíe un día más, "!qué menos que tres días para que la gente compre y nosotros podamos vender!".

La gente regatea mucho, se queja, no entiende el sacrificio del agricultor, lo esclavo que es. Con sus 15.000 cabezas de ajo ya prácticamente vendidas, explica que "a le gusta le gusta el ajo grande, aunque dice que no, pero lo que no le gusta es pagar, pero si se lo das por el mismo precio, se lleva el grande".

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