Entrevista | José Manuel González Rabanillo Medalla a la dedicación empresarial

"Era muy duro pero como ibas a ganar cinco duros, tenías la ilusión de vender"

"Vale mucho para mí y para que mis hijos puedan presumir de que a su padre le dieron una medalla por su buen comportamiento profesional"

Jose Manuel Gonzalez Rabanillo

Jose Manuel Gonzalez Rabanillo / Cedida

La perseverancia, emprendimiento y tesón de José Manuel González Rabanillo, fundador del establecimiento El Pan Nuestro de Mombuey, le han hecho merecedor de la Medalla a la dedicación empresarial en los Premios Mercurio y Vulcano que otorga anualmente la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Zamora. Un reconocimiento a toda una vida de esfuerzo y trabajo de este zamorano que el próximo mes de agosto cumplirá 98 años.

–¿Cuándo se fundó la panadería?

–La panadería la montamos mi hermana y yo, cuando yo era un chaval, en el año 1936, al comienzo de la Guerra Civil, y desde entonces ha seguido en casa. Ya, por último, me quedé yo con toda ella. Y, ahora, son mis hijos los que trabajan en la panadería.

–Esos inicios no serían nada fáciles en plena Guerra Civil...

–Yo tendría unos 10 años más o menos y éramos cinco hermanos... tuvimos que luchar mucho e ir de pueblo en pueblo vendiendo el pan que en esos años era de dos o tres kilos. Después, además, tuvimos muchos problemas porque cuando acabó la guerra no nos dejaban vender el pan porque ya estaba racionado. A mí me denunciaron varias veces los panaderos de otros pueblos porque iba a vender a otros sitios y mi pan era mejor, pero los guardias me defendían.

–¿Cómo era su trabajo en aquellos tiempos?

–Empezaba a las cinco o las seis de la mañana según el trabajo que hubiese que hacer. Después, también andaba con un carro y dos mulas e iba con un hermano a Zamora, a Benavente, a Tábara, a Santibáñez... por todos esos pueblos donde había fábrica. Allí, íbamos a por harina con el carro y la traíamos también para los otros panaderos que había en el pueblo.

–Y trabajando de lunes a domingo y sin vacaciones...

–Ahí no había nunca vacaciones. Teníamos además un poco de labranza, así que trabajábamos todo: un día a la labranza, otro día a vender el pan, otros a arar, otros con el carro a Benavente o a Zamora...

–¿Qué es lo que más le gustaba a usted del trabajo?

–Me gustaba todo porque lo que quería era trabajar y ampliar la cosa.

–Y lo consiguió. El negocio fue creciendo y trasladó la antigua panadería a su ubicación actual a la entrada de Mombuey.

–Sí, a base de mucho andar con las mulas y con un burrico que tenía que iba a los pueblos. También iba andando para vender el pan que quedaba. Y volvía a casa, al ponerse el sol. Y así fui luchando la vida. Después, pues, me casé y seguimos con la panadería toda la vida mi mujer y yo porque mis hermanos se marcharon. Ahora, son mis hijos los que están al frente de ella.

–En estos 88 años de vida de la panadería ha cambiado mucho todo ¿verdad?

–Antes todo era a mano. Ahora ha evolucionado mucho el trabajo en la panadería y tienen la maquinaría. Mis hijos tienen además los coches para poder ir de un pueblo a otro y también hay siete obreros trabajando.

–Más facilidades para poder hacer llegar su pan a más localidades ¿Por qué cree que gusta tanto su pan y es tan demandado?

–Se sigue haciendo igual que antes, lo único que en vez de hacerlo a mano, lo hace la máquina pero con los mismos ingredientes y de la misma forma que antes. También ha cambiado que en vez de ser de dos kilos, que solo se hacen por encargo, se hace de kilo, barras de medio kilo... a medida que el público va pidiendo, se van haciendo las cosas. También hacemos un poco de repostería, hacemos magdalenas y unas rosquillas muy buenas y muy ricas.

–¿Qué consejo daría a una persona que acaba de emprender un negocio?

–Lo primero que deben tener es simpatía. Tienen que ser simpáticos con el público y amables, y, entonces, se vende. La amabilidad ante todo. Es cierto que hay de todo en la vida, pero mayormente si te presentas, te portas bien, tienes un negocio, lo atiendes bien y eres amable y simpático, pues yo creo que se puede tirar para adelante.

–¿Cree que en la actualidad hay menos dificultades que antiguamente?

–Hoy ya no hay las complicaciones de antes. Esa esclavitud cuando teníamos que ir andando de pueblo en pueblo y mojándonos. Me pasó muchas veces, de salir y estar despejado y después empezar hasta a nevar. Ahora ya van todos en coche, llevan la calefacción, se bajan, se suben y no se mojan. Ahora es coser y cantar como se suele decir en el refrán. Ya no es como entonces que era una esclavitud pero como ibas a ganar cinco duros, pues ibas con la ilusión de venderlo. Tengo anécdotas duras, pero también de diversión y algunas muy bonitas también.

–La vida en los pueblos también ha cambiado mucho en estos años.

–En aquellos años la gente de los pueblos éramos de otra forma. Ibas por la calle y todo el mundo nos hablábamos y nos decíamos adiós. Ahora nos cruzamos y nadie se acuerda ni de uno ni del otro, se pasa y como si no conocieras a nadie.

–Cada vez son menos los que apuestan por quedarse en el medio rural y establecer allí su empresa.

–Se vive mejor ahora, más libre, más limpio, más de todo, no cabe duda, pero no hay negocios. Se están cerrando las industrias, los pueblos se quedan sin gente y antes era al revés. Ahora se quedan los pueblos vacíos, las familias ya no quieren seguir los negocios de los padres porque son más sujetos y ellos quieren ir a la capital.

–¿Qué significa para usted que la Cámara de Zamora le haya otorgado la Medalla a la dedicación empresarial?

–Vale mucho para mí y para mis hijos, para que el día de mañana también puedan presumir de que a su padre le dieron una medalla por el buen comportamiento profesional.

Suscríbete para seguir leyendo