Opinión

¿Autonoqué leonesa?

CARTAS

CARTAS

Para ser honesto, si de mí dependiera, no existiría en España autonomía alguna, volveríamos al modelo unitario de antaño con los gobernadores civiles. Modelo unitario que mantienen nuestros hermanos portugueses y nuestros vecinos franceses, y que se caracterizaría por ser un estado centralizado política y jurídicamente, aunque descentralizado –mejor desconcentrado– administrativamente en municipios y diputaciones (o en regiones configuradas como mancomunidades de diputaciones). Sin embargo, ya que por el momento no es en absoluto realista pensar que vaya a desmontarse este sistema autonómico, en mala hora planteado y ejecutado, ¿no sería justo y razonable que, por fin, tras más de cuarenta años el mapa territorial del país refleje nuestra realidad histórica?

Mirar los escudos de España a lo largo de la historia es comprobar la presencia permanente de León en ellos. Desde el estado surgido con la monarquía común creada a partir del siglo XVI y existente a lo largo de toda la Edad Moderna, hasta el estado-nación que empezó a construirse durante el reinado de Isabel II, especialmente con la Constitución de 1837, primera carta magna de la España nación y no ya de la monarquía católica, una constante es la presencia del Reino de León en todos los escudos de nuestro país.

León, reino milenario y región histórica, una de las dos Españas aún no reconocidas oficialmente como tales (la otra es el Reino de Granada o la Andalucía Oriental). León, hacedor de imperios convertido hoy en periferia y tierra abandonada, víctima de una imparable hemorragia demográfica y de una permanente zozobra económica que no parece tener fin.

León, unido a una región hermana como Castilla la Vieja, bajo un centralismo autonómico infinitamente peor que el viejo centralismo estatal heredado de Felipe II, centralismo estatal que resultó ser de una benevolencia increíble en comparación con el trato recibido por esta tierra desde la junta radicada en Valladolid. No es victimismo, son hechos. Y si no me cree, siga el rastro de las ayudas transfronterizas europeas que deberían llegar a Zamora y que, por lo que sea, se quedan siempre por el camino. El camino que acaba en la capital vallisoletana.

Existen argumentos históricos y económicos más que suficientes para reivindicar la Región Leonesa autónoma, pero es que además a ellos se suman los argumentos que en sí mismos constituyen los insultos y exabruptos lanzados desde políticos y periodistas de Madrid contra la causa leonesa. Desde el mismo Madrid (castellano desde siempre, autonomía artificial donde las haya, excluido en su momento de Castilla-La Mancha) donde también se compara sin sonrojo alguno la autonomía leonesa con el proceso secesionista catalán o con los privilegios forales vascos y navarro con todo tipo de argumentos mendaces. León busca su lugar en esta España a cuya creación tanto contribuyó, sin ser más que nadie pero tampoco menos. León busca su espacio asumiendo sin la menor duda la solidaridad y el espíritu de cooperación con las demás tierras de nuestra patria, para ser primero seguramente una autonomía uniprovincial y luego, espero, una comunidad a dos con Zamora integrada lo antes posible (Salamanca sin duda resulta extraordinariamente difícil, aunque no se deba renunciar a ella como parte que es de la Region Leonesa).

Ojalá el camino iniciado por la Diputación de León llegue a buen puerto. Si hay que tener estado de las autonomías tengámoslo, pero que cuenten con los leoneses reconociéndonos como tales. Es de justicia.

Fran Vázquez Vega

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