Opinión

Cada vez se vota menos

De los cargos públicos afincados en la península algo se puede conocer de su gestión

Vontantes en las elecciones europeas 9J.

Vontantes en las elecciones europeas 9J. / L.O.M.

A elegir a los miembros del Parlamento Europeo ha acudido un número de ciudadanos inferior a la vez anterior. Pero, en cualquier caso, el porcentaje de votos ha llegado a ser próximo al cincuenta por ciento. Demasiado para lo que cabría esperar, habida cuenta la falta de empatía de ese ente para con los ciudadanos europeos, en este caso para con los españoles. Cabría decir que demasiados votantes, ya que se da la circunstancia de que, salvo en muy contadas ocasiones, los candidatos que presentan los partidos son unos perfectos desconocidos. A lo sumo, llega a sonar el nombre de algún número uno. Se ignora todo de ellos, lo que viene a ser un grave inconveniente a la hora de darles o no credibilidad. Demasiada gente ha ido a votar, habida cuenta la estela que desprenden esos privilegiados en cuanto a remuneraciones y prebendas.

Tienen un sueldo mensual de algo mas de diez mil euros; unas dietas diarias de trescientos cincuenta euros; unos gastos admitidos de cinco mil euros mensuales; un fondo, de algo más de veintiocho mil euros, para contratar hasta a cuatro asistentes. Además de estar exentos del IRPF de las dietas, disfrutan de una jubilación, a los sesenta y tres años, de hasta el setenta por ciento de su sueldo. Cobran también una indemnización de un mes por año en el cargo, pudiendo llegar hasta los dos años. Además, les reintegran dos tercios de los gastos médicos en los que hayan podido incurrir. También les abonan los viajes en clase business, incluidos los correspondientes a Bruselas y Estrasburgo. Sumados estos conceptos llegan a superar la cifra de seiscientos mil euros al año por diputado. Cifra más que suficiente para que llegara a saberse algo más de ellos.

Por otra parte, se puede montar un tenderete con una denominación del tipo de "Hasta aquí hemos llegado", o algo por el estilo, y llegar a obtener tres diputados contando con la aquiescencia de casi un millón de ciudadanos.

Son estos diputados europeos menos conocidos que los diputados de los parlamentos nacionales, que los presidentes y consejeros de las comunidades autónomas, que los alcaldes y concejales de los ayuntamientos. Entre otras cosas porque habitan, están o moran, mayormente en el extranjero. Son, al igual que los que ejercen aquí, inaccesibles, ya que no tienen obligación de serlo. Así que nadie puede hablar con ellos. Cabe creer que existen y que hacen cosas (Como decía Rajoy de los catalanes). Solo si se dispusiese de un oráculo de bolsillo se podría dar fe de su existencia, como pudiera ser el caso de las bruxas, las sabias y las meigas. Si se tuviese la suerte de estar en posesión de ciencia infusa o de algo por el estilo, se podría incluso llegar a saberse qué es lo que realmente hacen.

De manera que, la elección de unos o de otros, se hace a groso modo, al aliguí, o sorteándolos con el clásico "piedra, papel o tijera". Resulta pues imposible dirigir con precisión el voto. Aún más difícil que elegir a los que optan a ocupar cargos domésticos en el territorio nacional. De manera que no hay forma de poder premiarlos o castigarlos, según lo que se suele entender como merecimientos o deméritos. No hay manera de decirles personalmente aquello de "¡qué hay de lo mío!", ni tampoco lo de "¡qué es de lo nuestro!". Eso queda reservado para los partidos que no gobiernan en ese momento. Para los que se encuentran en la oposición. Para lo que lo que más les preocupa es erosionar al contrario, y tener la opción de gobernar la vez siguiente que haya elecciones.

De los cargos públicos afincados en la península algo se puede conocer de su gestión a través de las informaciones y desinformaciones a las que tenemos acceso a través de los medios. Pero de las andanzas y desventuras de los que pululan por Estrasburgo o por Bruselas no tenemos ni idea. No sabemos que hacen o dejan de hacer los 134 días que emplean al año para preparar las 18 sesiones plenarias (Doce en Estrasburgo y seis en Bruselas). Mientras, en España un trabajador medio viene a echarse unos 225 días al hombro.

A estos cargos europeos, cuyo mandato es de cinco años, ni siquiera les podemos poner cara, ya que habitan en un edén lejano. Se trata de un gremio que ni siquiera pasa por los confesionarios del mundo de la información, de manera que no se sabe si habría que absolverlos o hacerles rezar unos cuantos "padrenuestros".

¿Y que se exige para optar a uno de esos puestos? Pues nada de másteres, ni doctorados, ni oposiciones, ni otros tipos de conocimientos. Basta con ser mayor de edad, residir en España y no estar condenado por sentencia firme a pena privativa de libertad. Así que su grado de formación queda solamente a criterio del partido que los presenta.

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