Hay veces que comemos con la vista. Ni toda la fruta de aspecto brillante está jugosa por dentro ni la que aparentemente está llena de manchas está estropeada. A veces es todo lo contrario. Pasa mucho con la sandía. Su precio, cada vez más cara, hace que cada vez que compremos una nos la juguemos.

Aquí van unos consejos para que cuando vayas a la frutería o al supermercado -en la frutería sueles dejarte aconsejar por el profesional- no te lleves un chasco al abrirla en casa.

  • Tiene que tener la cáscara en perfecto estado y opaca.
  • Evita las grietas y deformidades, es decir, cuando más redonda mejor porque significa que ha recibido sol y agua de forma homogénea.
  • El peso importa en el caso de las sandías: cuando más pese, mejor será. Es decir, debe ser proporcional a su tamaño. Si es muy grande pero pesa poco, algo falla.
  • El color: coge la más oscura, más opaca, con menos brillo y menos manchas. Esa será la más madura y jugosa.
  • Si ves algún amarillo en la sandía, no te preocupes: es porque ha estado apoyada en la tierra y ha adquirido su color. Eso es bueno.
  • Golpes sí, pero sin pasarse. Hazlo con los nudillos y si suena a hueco, la fruta está en su punto. Si es suave y con resonancia, cambia de pieza.