La última generación de trenzadoras de ajos en La Guareña

Una cuadrilla de mujeres elabora en una de las últimas explotaciones de El Pego las ristras para la Feria de San Pedro en Zamora

Raúl Hilario, a sus 21 años, mantiene la tradición familiar en La Bóveda de Toro

VÍDEO | Ajeros de La Guareña se preparan para la Feria del Ajo de Zamora

I. G.

A Nuria Jiménez Martín le salieron los dientes entre los ajos. Nacida en una familia de productores de Villabuena del Puente, Nuria y su hermana mantienen el cultivo y, aún más complicado, el trenzado de los ajos como lo han visto y vivido toda la vida en casa.

Desde que aterrizó hace 22 años en El Pego, Nuria se empeñó en revitalizar la producción familiar y lleva la explotación con su marido. Hoy solo quedan dos familias en el pueblo manteniendo esta tradición artesana. "Esto va en picado porque apenas queda gente para trenzar ajos" reflexiona la cultivadora mientras remata la trenza para colocar una nueva ristra en la partida de ajos que preparan para la Feria de Zamora.

Nuria tiene suerte. Cuenta con una pequeña cuadrilla de mujeres de la zona a la que cada año contrata para realizar una faena en peligro de extinción. Se acabaron los corros de antaño que congregaba a las largas familias, madres, padres, nietos, primos cuñados. Hoy muchos de aquellos ya no están o son muy mayores para echar una mano. Y los jóvenes no paran en el pueblo. "Cuando lo dejen ellas, esto se acabó" lamenta Nuria sobre el trabajo de las últimas generaciones de trenzadoras de ajos. "A estos grandes los llamamos ‘los vitorinos’" cuenta la pequeña cuadrilla de mujeres en El Pego. ¿Duelen las manos al final del día? "Lo peor son las muñecas ¡vaya si se nota!" replica una de las trabajadoras.

A pocos kilómetros de la nave de Nuria, en La Bóveda de Toro, se encuentran en plena faena Ana Nieto y su hijo Raúl Hilario. A sus 21 años, este joven es toda una excepción en la tradición del trenzado de los ajos. Sin perder comba, Raúl cuenta que lo suyo es el campo y el pueblo. También el cultivo y elaboración de las ristras, que realiza con soltura. "Lo he vivido desde pequeño y siempre me ha gustado" explica mientras arma el hilo de ajos con el esfuerzo que requiere el manejo de las porretas.

La última generación de trenzadoras de ajos

La última generación de trenzadoras de ajos / Irene Gómez

Pese a la proyección de una nueva generación perpetuando el oficio, Ana Nieto sabe que el trenzado "tiene los días contados". No tanto el cultivo de un ingrediente aromático, básico en muchas gastronomías y con grandes beneficios para la salud.

En naves y corrales de los pueblos del sureste de Zamora –las comarcas de La Guareña y parte de la Tierra del Vino o Toro– se trabaja a todo tren para tener preparadas las ristras de cara a la gran cita.

Es la zona típicamente ajera de una provincia donde este año se han sembrado alrededor de 250 hectáreas, un 20 por ciento menos que el año pasado, apunta Ramón Romo, cultivador de El Maderal y vicepresidente de la Asociación del Ajo de Toro, Guareña y Tierra del Vino.

Romo confirma la calidad de un producto de la tierra que aspira a conseguir la Marca de Garantía Ajo Zamorano. Superados ya los trámites ante las administraciones, "solo nos queda el visto bueno de la Oficina de Marcas y Patentes para empezar a certificar ajo con la Marca de Garantía, esperemos que no se demore mucho". Sin duda un respaldo para los cultivadores zamoranos que cada año preparan la tierra con esmero para recolectar un producto de primera y volver al dejar bien alto el pabellón en la feria más señera de España.

La última generación de trenzadoras de ajos

La última generación de trenzadoras de ajos / Irene Gómez

Nuria Jiménez ocupará el puesto número 15 de los apenas 85 que este año llegarán con su carga a la Avenida de las Tres Cruces los días 28 y 29 de junio. "Es una pena, la Feria del Ajo va a menos. Llevo yendo toda la vida, desde pequeña, cuando se juntaban 300 o 400 puestos y llegaba gente de Asturias o Galicia con camionetas para cargar ajos. Aquello era muy bonito".

Echar la vista atrás es evocar con nostalgia la fortaleza de una feria y un producto zamorano de reconocido prestigio, valorado por un consumidor que ya cuenta los días para llenar la despensa.

Y aunque faltan manos y es mucho el esfuerzo, los ajeros zamoranos siguen garantizado la continuidad de la feria y la calidad del producto que se presenta generalmente en tres tamaños, con precios que sueles oscilar entre los 6 y los 10 euros la ristra. "Hay gente a la que le parece caro, pero tienen que ver todo el trabajo que hay detrás" defienden los cultivadores.

Nuria Jiménez mantiene toda la ilusión para continuar con los ajos y la genuina esencia del trenzado, santo y seña de la emblemática Feria de San Pedro. "Yo, mientras pueda, sigo con los ajos" confirma desde la nave de El Pego donde una cuadrilla puramente femenina sobrelleva el esfuerzo con energía y buen humor.

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