Observo desde mi ventana las calles vacías y pienso en la profunda crisis sobre la Salud Pública y la economía mundial que se nos avecina pero, como politólogo, estoy más interesado en reflexionar sobre las profundas perturbaciones en la gobernanza que puede generar esta pandemia en todo el mundo. Quiero con este artículo avisar de los posibles riesgos existentes para todos aquellos que sólo piensan que esto va a suponer una crisis económica -y se mantengan discutiendo si es en V, U o L- cuando delante de nuestros ojos están sucediendo acontecimientos en los que nadie parece reparar. La población en varios países comienza a verse coaccionada con distintas medidas extraordinarias y algunos Estados, con la excusa de la excepcionalidad, están explotando instrumentos de control poblacional que se acercan más al panoptismo que a luchar contra una crisis de salud pública.

Este problema se agudiza en los Estados más frágiles y con menos capacidad de reacción, Estados en los que los efectos de la enfermedad pueden penetrar en las diversas áreas de la administración, aumentando los problemas de corrupción, sobrecarga del estado por la falta de recursos y dejación de los ya normalmente débiles Servicios Públicos del país que, añadido a la desaceleración económica, puede generar una profunda crisis y aumento de la brecha entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo. Lo que está pasando Por empezar por alguna parte, observamos como la pandemia está potenciando el poder ejecutivo en todo el mundo. En el último mes, la mayoría de los países han restringido las reuniones públicas y la libertad de movimiento de los ciudadanos, y más de cincuenta países han declarado estados de emergencia.

En este contexto de emergencia sobre la salud las medidas de restricción son entendibles, pero hay indicios de que algunos gobiernos como el Húngaro están utilizando la situación para concederse a sí mismos poderes más amplios de los que justifica la crisis sanitaria, o están debilitando los mecanismos de supervisión bajo la consigna de la necesidad de ser efectivos en las medidas tomadas por ellos. Gobiernos como China o Rusia están utilizando los mecanismos de emergencia para recortar derechos fundamentales como el control sobre la libertad de expresión y otros están acabando a golpe de decreto con el derecho a la circulación, la reunión y la privacidad gracias a la implantación de tecnología para la “vigilancia del virus”. Otro de los entornos preocupantes es la falta de opinión crítica frente a las medidas políticas y administrativas. Actualmente estamos en un paréntesis mundial, en la tormenta perfecta, que puede ser el inicio de una ola de protestas debido a la actuación frente a la crisis en los distintos países. Veremos cómo responden los Gobiernos ante el reto de una población empobrecida y desesperanzada que no ha sido tratada como adultos sino a los que se les ha arrebatado el derecho a replica en esta situación. Además, sin apenas percibirlo, la pandemia ha pospuesto procesos electorales en todo el mundo.

En España tenemos ejemplos como el País Vasco y Galicia, pero como estos, podemos encontrar retrasos en los calendarios electorales de un gran número de países como Italia, Reino Unido, República Dominicana, etc. En cualquier caso, debido al miedo a ir a votar de las personas más vulnerables a la enfermedad, existirá una transformación de los procesos electorales que se celebren, lo que puede aumentar el abstencionismo que ya en muchos países es problemático. No olvidemos que además, esta enfermedad presiona especialmente a Servicios Públicos clave de los Estados que en muchos casos legitiman a los Gobiernos como son los Servicios de Salud y de Educación, así como otras funciones esenciales del Estado. A medida que más funcionarios se tengan que aislar o tengan que realizar su trabajo en la distancia, inevitablemente serán menos eficientes en sus labores. Los posibles efectos políticos: A medida que el virus se extienda por los países más débiles, los retos de gobernanza serán aún más grandes ya que los servicios sanitarios que de por si tienen un alcance limitado en este tipo de países, se verán totalmente colapsados y el distanciamiento social será difícil, especialmente en aquellos países que las macro-urbes hacen difícil la separación de sus ciudadanos. También se va a poner en juego la cohesión en los diversos países y en especial las diferencias que hay entre ricos que pueden acceder a distintos recursos y tienen mayor movilidad geográfica y pobres que tendrán que conformarse con lo que los distintos gobiernos los han preparado sin poder elegir.

Será especialmente interesante la evolución en el desarrollo entre la población nacional y la población extranjera y el surgimiento de movimientos populistas. Ya vimos al principio de la crisis las distintas reacciones en España hacia la población china y como la comunidad china- española tuvo una magnifica reacción, pero me temo que nos espera un futuro poco prometedor en cuanto a la comprensión de los otros en los países más afectados por la pandemia, como la reacción actualmente de los chinos en Guangdong frente a la población negra. Es probable que las crisis relacionadas con las necesidades médicas urgentes que están surgiendo y la escasez de suministros terminen inevitablemente en oportunidades para el contrabando, el fraude y el soborno.

Ya estamos asistiendo aquí a ejemplos como al principio de la crisis los bulos sobre el papel higiénico o la constante carestía de máscaras sanitarias. Y qué podemos hacer. En resumen, todos los que estamos interesados en dar un futuro a la democracia tenemos que vigilar los rápidos efectos que produce la pandemia en la política de nuestros países para aportar rápidamente ideas positivas y evitar los posibles daños que puedan surgir. Vamos a ser testigos de una gran crisis económica mundial que va a afectar indudablemente a la gobernanza y la política con profundos efectos en la deuda pública, el empleo y la pobreza. “De todo se sale” afirma el refranero español, pero cómo salgamos depende de nuestras decisiones en estas épocas de ambigüedad e incertidumbre. Optar por movimientos a corto plazo y volantazos en la toma de decisiones nos pueden llevar a una crisis política internacional de dimensiones históricas. Ahora es el momento de plantear decisiones mesuradas que nos permitan salir con la mejor de las suertes