Opinión | Escalera hacia el cielo

Je suis populiste

El bipartidismo desprecia a los ciudadanos y a esos nuevos partidos que se hacen eco del cabreo social

Sequía histórica en el Amazonas

Sequía histórica en el Amazonas

Ilya Ehrenburg, escritor soviético, que cubrió como corresponsal la Guerra Civil del 36, le dedicó una carta pública a don Miguel de Unamuno, en la que censuraba la neutralidad del filósofo frente a la demostrada barbarie del bando alzado en armas contra la República.

Le recrimina, textual, "la más dolorosa de las traiciones: la que se hace el hombre así mismo, por la más innoble de las cobardías; la que reniega, rechaza, abomina de la excelsa significación de la palabra, de la vida, de la independencia, de la libertad".

Pocos días después, y en un alarde de valentía, dignidad y patriotismo, el insigne vasco enamorado de Castilla se va a enfrentar, él solo, a un auditorio lleno de legionarios y falangistas, y con su famoso discurso: "Vencer no es convencer, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión", puso punto final a la agria polémica entre intelectuales.

Frente a la barbarie no hay terreno neutral. Para nadie.

El drama del sector intelectual en la actualidad es que no sabe distinguir la barbarie. Y lo mismo te defiende a Hamás y que el yihadismo es el medio para derrotar al globalismo capitalista, que le hace un cordón sanitario a una rubia mademoiselle. Una burguesita de manual que, aunque se las dé de salvaje, a lo Wendy O Williams, resulta más inofensiva que Lola Índigo.

Io sono populista. Pero no como Giorgia Meloni, otra rubia signorina, que pese a ir de la brutal Alissa White-Gluz, se queda en la ñoña Ana Mena. Mucho hablar a gritos, io sono una donna io sono cristiana, pero ha acabado como aquellos otros populistas griegos de Syriza: pasando por el aro del patrón dólar y siguiendo las directrices de dos rubias más, Von der Leyen y Lagarde.

Los caballeros las prefieren rubias, también el poderoso Don Dinero.

Je suis populiste. Pero no como Le Pen, que finalmente no ha sido elegida presidenta. Y no precisamente porque el pueblo francés haya preferido votar a un nuevo Frente Popular, esa izquierdita liberal que se siente más cómoda con el Capitalismo global y la vergonzante sumisión a la OTAN, que con la nacionalización de los sectores estratégicos y un ejército europeo libre de ataduras y peajes.

O pobo e quem mais ordena, el pueblo es quien manda, y populismo significa eso mismo: trabajar por y para el pueblo, no para las grandes corporaciones transnacionales

No, qué va. No ha resultado elegida como primera presidenta de la República, pese a cosechar diez millones de votos, y la suma del resto de partidos, sólo siete, a causa del sistema electoral francés. No entiendo pues esta pírrica alegría del No Pasaron y el Allez France.

Ich bin populistische, pero no al modo de Die Grünen/Los Verdes. Quienes, fuera del gobierno, defendían una economía basada en el socialismo de mercado, pero una vez dentro, no difieren en nada del liberalismo manso y colaboracionista de la socialdemocracia. O al modo de Alternativa por Alemania, con su frau rubia al frente. Quienes, en el supuesto de que algún día llegaran a tocar poder, se convertirían sin duda en un remedo de la servil democracia cristiana.

Yo soy populista, pero no al modo de Podemos. Podemos son morados, ni rojos ni verdes, y el único morado bueno es el de las berenjenas del huerto. Para Podemos las laboriosas gentes del campo somos todos unos Cayetanos de Alba explotadores de ovejas y glifosateros. Al partido morado le importa más la autodeterminación sexual, racial y geográfica del pueblo que su correcta alimentación.

Para comer, siempre nos quedará el McPollo o el MercaPollo.

Ni al de Vox. Vox presume mucho de ser los paladines del mundo rural y de estar abandonando su esencia ultraliberal para virar hacia postulados falangistas, pero dime de qué presumes y te diré de qué careces. Vox es tan leal a El Pozo, Fertiberia y a las sórdidas empresas de Florentino Pérez como el resto de los padres y madres de la democracia.

Eu seu populista, pero no al modo de Lula Da Silva en Brasil. Cuyo gobierno, difiere bien poco o nada del de Bolsonaro, según denuncias de los activistas de La Vía Campesina. El Amazonas sigue ardiendo sin control, para infestarlo de monocultivos de soja con los que alimentar los 60 millones de cerdos macrogranjeros que cada año España exporta a China, agotando con ello nuestras eximias reservas hídricas y contaminando los ecosistemas nacionales.

O pobo e quem máis ordena, reza la Grandola vila morena. Populismo significa eso mismo, trabajar por y para el pueblo, que es el que manda. Y no por y para los emporios, los lobbies, los cárteles y las grandes corporaciones transnacionales.

Yo soy populista al modo bíblico, Levitíco 19:18: "amarás al prójimo como a ti mismo". Y al modo de la ONU, donde a la entrada de su sede en Nueva York hay un mosaico en el que se lee la Regla de Oro, "Haz a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti".

Si esos viejos partidos mayoritarios, reconvertidos en empresas de colocación de su grey, no vinieran despreciando sistemáticamente al pueblo a quien dicen servir, no tendrían ahora que hacer cordones sanitarios contra esos nuevos partidos que se limitan a recoger el desencanto de la población. Y su rabia, frustración y asco generalizado hacia todo lo que huele a política.

Y luego los políticos se extrañan si la juventud, ojo por ojo, comprobando como desprecian a sus padres trabajadores y pobres, les desprecia e ignora a su vez. O, comprobando como los políticos se ríen de la democracia y la usan en su beneficio, votan a un tal Alvise Pérez, que abiertamente se ha presentado a las elecciones europeas sólo por conseguir inmunidad parlamentaria y librarse así de sus berenjenales judiciales.

Ganadera y escritora

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