Opinión | Epígrafe

El artista popular y su contexto

Me invitaron a una matanza en Bercianos de Aliste y allí conocí a un hombre de una amabilidad sin tacha poseedor de una sabiduría natural poco común

Imagen antigua de la matanza

Imagen antigua de la matanza

En las clases de "Etnología y Artes Populares" de la Universidad de Valladolid, reflexionábamos sobre el arte popular y la construcción mental del mismo. Inmersos en las discusiones académicas hablábamos de las teorías desde Lévi-Strauss y, sobre todo, de las de nuestros paisanos: del P. César Morán Bardón, agustino y leonés de La Omaña, y don Luis Cortés Vázquez. Desde una perspectiva romántica, ambos defienden que el arte popular nace de la inspiración pura e incontaminada del hombre del campo, que no ha tenido ni una formación culta ni está influenciado por las teorías hegemónicas de la cultura. Después se vería que las cosas no eran exactamente así y que el mismo arte pastoril, del que ellos fueron grandes recopiladores, debe mucho al arte hegemónico. Gracias a su labor tenemos las colecciones maravillosas del Museo Etnográfico de Castilla y León y del Museo Provincial de Salamanca. Morán Bardón y Cortés Vázquez conocieron y frecuentaron a los pastores que aún en su tiempo tallaban cuernas, hacían saleros de corcho y embellecían los cayados. Creaban belleza en las tapas de las cajas de rape y en los pequeños joyeros que regalaban a sus novias.

Yo creí que ya no había creadores populares de estética, que el arte popular era cosa del pasado. Pero hace un par de años, me invitaron a una matanza en Bercianos de Aliste y allí conocí a un hombre de una amabilidad sin tacha poseedor de una sabiduría natural poco común. Me enseñó a llenar las tripas de los chorizos con una cuerna a modo de embudo, algo totalmente desconocido para mí. Durante todo el trabajo mantuvimos una conversación enriquecedora. Cuando paramos para comer, mientras degustábamos viandas exquisitas, regadas con vino de la tierra, café de puchero y aguardiente del lugar, me dijo: "Quiero que veas una cosa, pero tienes que venir a mi casa". "Cuando quieras –le respondí–, pero déjame dar primero una cabezada". Las personas de moral probada y buenas costumbres no deben perder la siesta ni por prescripción del concejo.

El portal de su casa está entre el museo y la exposición permanente que se enriquece año tras año. Parece regido por el principio que acuñó Manuel Toharia para el Museo Valenciano de la Ciencias "prohibido no tocar". El aparente desorden que percibe el forastero obedece al criterio de que las cosas están para cogerlas, manosearlas y percibirlas en todas sus dimensiones. La textura, las técnicas pictóricas, escultóricas o de grabado enriquecen los mensajes que quiere transmitir en su obra.

El ti’ Tomás, para los paisanos y amigos, Tomás González en el Registro Civil, como otras personas, hombres y mujeres en Bercianos y en todo Aliste, son un repositorio de cultura. Merece la pena que algún antropólogo registre su arte, explicado en los grandes contextos de su vida, del lugar donde ha vivido, del proceso creativo y del valor que ellos dan al producto elaborado

–"Mira, este arado –me dice mostrándome la reproducción de uno de madera– es para que sepan los nietos cómo trabajábamos antes. Bueno los nietos y todo el que quiera. Ves, les enseño esto y les digo como se llaman cada una de las piezas".

–"Esto otro –me dice acercándome unas piedras pintadas y otras cosas que entresaca del desorden aparente–, es que yo paseo mucho. Y veo una raíz o un palo o una piedra o lo que sea y digo: de esto saco yo una culebra o un pájaro o cosas nuestras de las de toda la vida". Me llamó especialmente la atención el dibujo de una careta de bóvido recortada sobre la corteza de un chopo. No la ha copiado de ningún sitio, pero podría ser de cualquier lugar. El tí’ Tomás fue en sus tiempos de mozo muy participativo en los Carochos que salían en el antruejo de Bercianos.

Domina el pirograbado.

–"Ves este pez, pues primero lo dibujo, lo corto de su forma y después, me lleva buena parte de la noche, pero hasta que no acabo no paro", y así me muestra un colgador par las rodeas (en castellano paños de cocina).

–"Pues oye vale para algo", digo yo. "Como este que es para poner la cazuela caliente en la mesa y que no se queme el mantel o la mesa", me dice mostrándome una pieza de madera decorada.

–"¿Pero de dónde sacas las ideas?", pregunto maravillado.

–Todas de la cabeza, han sido muchos años (tiene 92) y a mí me ha gustado siempre fijarme. Mi padre era herrero y de los cuatro hermanos que éramos a mí me tocaba ir con las ovejas, y eso, no pude aprender el oficio, como mi hermano David (David González). Su arte se puede ver en las portonas y bocallaves, esto lo añado yo.

–"Oye, pero que siempre he tenido esa curiosida".

El ti’ Tomás, para los paisanos y amigos, Tomás González en el Registro Civil, como otras personas, hombres y mujeres en Bercianos y en todo Aliste, son un repositorio de cultura. Merece la pena que algún antropólogo registre su arte, explicado en los grandes contextos de su vida, del lugar donde ha vivido, del proceso creativo y del valor que ellos dan al producto elaborado. En la amena conversación con estos genios se perciben las características de la lengua alistana con sus cadencias musicales y verbos que termina en "e" "para trabajare, solo falta ponerse y querere lo que haces".

El ti’ Tomás es el representante de una generación de personajes del mundo rural de Aliste cuyas historias de vida deberían ser recogidas para la posteridad.

Cátedra de Estudios sobre la Tradición. Universidad de Valladolid

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