Opinión

Tiempo de escucha o de silencio

Algunos viven en completa soledad; y la sociedad, por lo general, a lo suyo

La soledad no deseada es un estado emocional de aislamiento, incomprensión y exclusión social.

La soledad no deseada es un estado emocional de aislamiento, incomprensión y exclusión social. / FREEPIK.

Llega un día y, sin ocurrir nada extraordinario, ya se vive como espectador: para ver el paso lento de la vida y poco más. Aparece la comunicación pasiva. Cosa de la edad vulnerable y achacosa, diagnostican. Ellos, tan mayores. Que si están metidos en su mundo, que si se convierten en silentes observadores. Ya no cuentan peripecias de antaño, cuando la existencia iba al paso ágil del trabajo y de la fiesta. Ni siquiera esas anécdotas, ¿recuerdas?", tan curiosas. Ya no transmiten experiencia, que es el conocimiento de primera mano. Asumen la obediencia como si tuvieran amos.

Ahí está la estampa ciudadana. Se agarran fuerte al brazo de la hija (sí, casi siempre ella es el apoyo) y dan un paseo por algún acerón expedito, se sientan en un banco público para contemplar el ritmo de la vida laboriosa, leen el periódico en una mesa apartada del bar o acuden a cualquier acto con entrada libre para sentir compañía. Cercanía, no. Un poco de compañía, aunque no crucen palabra. Son oyentes, mientras las voces van y vienen, revolotean como aves, se entrecruzan o alzan el vuelo definitivamente. "Qué mala es la vejez: solo haces que cumplir años. Solo hacen que retirarte cosas", me comentaba uno de esos paisanos, antiguo profesor. Algunos viven en completa soledad, incómoda mochila. Y la sociedad, por lo general, a lo suyo: tiende a relegarlos o ignorarlos, aunque son fuente de discernimiento y buen juicio.

Ellos, más que nada, escuchan. Si el lenguaje reproduce la realidad, como se afirma, el silencio reproduce el aislamiento social. A veces la soledad interior no viene sola, sino acompañada del desamparo. Su manera de estar en el mundo, aposentados aquí o allá, suele ser la circunspección. El habla, práctica cultural, se restringe, como se restringen las emociones. El peso de los recuerdos es fuerte, ya vendrán las nieblas, y a veces sobrevuela la idea de la muerte. No dan consejos, ni sacan a colación no sé qué historias del año aquel, catapún. Si algún familiar les pregunta "¿no dices nada?", responden así: "¿Y qué quieres que te diga?".

Ya no cuentan peripecias de antaño, cuando la existencia iba al paso ágil del trabajo y de la fiesta. Ni siquiera esas anécdotas, ¿recuerdas?», tan curiosas. Ya no transmiten experiencia, que es el conocimiento de primera mano. Asumen la obediencia como si tuvieran amos

Casi no hablan. O hablan para dividir ligeramente los largos ratos de silencio. Como si establecieran una alianza con el pasado. A saber qué piensan. A su lado va la sombra a paso tardo, y parece que se rezaga. ¿Como si su vida ya no fuera vida? En calles, plazas, parques, rotondas y jardines. Pasean las viejas rúas de la ciudad. Dan una vuelta por ahí, con los antiguos ideales ya "arrugadicos". Con los primeros fríos, se ponen a cubierto, vacunados de todo. Se les viene encima más soledad. Cómo encontrar abrigo en ella. Echan de menos muchas cosas y no pueden dejar atrás las evocaciones, limpias o desordenadas en su información, pues algunas ya se pierden entre brumas. Las resucitan para sí mismos, desgastados por el tiempo que se les va de las manos y los consume poco a poco…, quizá porque nadie querría escucharlos. Se asoman a ese brocal: ellos también fueron activos y festeros… Cuando hablan, lo hacen desde el escepticismo. No tienen miedo a la verdad.

Se les hace tarde para todo. Y en la memoria todo es antiguo: las energías gastadas, el cansancio, la evocación sentimental, el rostro del tiempo dichoso o bonancible. No faltan quienes ponen el oído al paso de la parca, que va por ahí cerrando los ojos a la luz. Porque un día les visitará en persona…, y adiós. Los suyos a veces los corrigen: "Necesitas salir y relacionarte", "hacer más vida social te daría vida", "a veces te pones pesadico y agotas", "estás afincado en el pasado", "antes no eras así, no". Los corrigen.

-–"Como sigas en ese plan, te llevamos a una residencia. Las de Zamora están muy bien. Ofrecen una gran calidad asistencial", cree escuchar, aunque sin percibir bien el tono.

El tiempo de los silencios también es de incertidumbres y aceptaciones. Ellos no quieren ser una carga. Lo repiten, lo repiten…

(Las estadísticas demográficas del INE avisan: el 31,92 % de los zamoranos superaban los 65 años en 2023).

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