Opinión

Lo que funda el silencio, de Luis Ramos

Su forma de ser en el poema es, indudablemente, el verbo

Luis Ramos con su último poemario. | |  MIGUEL ÁNGEL LORENZO

Luis Ramos con su último poemario. | | MIGUEL ÁNGEL LORENZO

Lo que funda el silencio, no obstante y paradójicamente, lo son las palabras. En sus distintas formas de abrazar, urdir, mirar, ofrecerse, desentrañar, alzarse... Porque la poética de este querido poeta zamorano, Luis Ramos, no es sustantiva, ni adverbial, ni siquiera adjetiva. Su forma de ser en el poema es, indudablemente, el verbo.

Aquí, el verbo se hace silencio. Sí, pero un silencio verbal. Y lo es a sabiendas, pues la única materia de la que dispone el autor de este libro es el lenguaje, el asombro que le produce, una vez más −y ya son muchas, a la vista de todo lo escrito por él− el mundo cuando se ha quitado el peso del existir y comienza a nombrarse. En uno de sus poemas se dice: "En honor al silencio / ondea el peso de la palabra no dicha". Y aunque esto pudiese parecer una paradoja, en sus poemas no lo es tanto, porque esta brevedad sintáctica (son poemas cortos y sin título, como ya nos tiene acostumbrados) se confunde con la levedad, la ligereza entendida como falta de peso existencial. Su lectura nos induce a lo etéreo, a aliviar esa mirada cansada del que leyó y vivió mucho. Son poemas, de alguna manera, terapéuticos, y uno se siente abrazado, uncido por ellos. No podemos olvidar que Luis Ramos hace de su oficio de poeta un ejercicio de ofrecimiento constante. En cada verso, en cada poema, en cada libro nos convoca para ofrecernos ese algo curativo que nos atempera y nos eleva a la verdad de la poesía.

No me cabe duda alguna de que "Lo que funda el silencio" (Lastura, 2024) es la consecuencia de una persistencia, de años fructíferos en que la poesía se ha convertido en su razón de ser. Conviviendo con las vicisitudes de la edad madura, de los triunfos y las derrotas. Y que, según ese principio, la espera, siempre nos traerá lo deseable, la calma suficiente, el respiro necesario ("siempre el silencio será un hilo de sutura")

Tampoco podríamos "comprenderlo" sin conocer de dónde vienen sus palabras, sin entender que hay algunas imprescindibles en su léxico de pensador. A poco que uno atienda y escuche bien, podrá percatarse que la luz, el aire, el temblor, el darse, el urgir, la claridad, el cómputo, la palabra, el "entre" o el silencio, entre otras, forman parte del acto litúrgico de escribir poesía. Su poesía. En alguna ocasión le escuché decir esto: "para escribir necesito encontrar la palabra que me falta". Y estas que aquí se mencionan son algunas imprescindibles para él. Aquellas que encontró y son un refugio donde aislarse de ese otro ruido mundanal y despreocupado del alma. Donde recrearse en lo metafísico de la vida contemplativa.

Se suele decir que lo innombrado no posee la condición de existencia. Según esto, nombrar, por tanto, sería sinónimo de existir. Por esa razón, existen en este mapa lexicográfico de su poética, topónimos que evocan mundos perdidos. Son vocablos en peligro de extinción, rescatados del olvido, ese estado mental del exilio donde irán a parar nuestros pensamientos como trastos viejos e inservibles. Son la armella, el pábilo, el tempero, el baldío, la sutura, el cíngulo, la greda o el tráfago. Todas ellas (las palabras) dormidas en diccionarios voluminosos reivindicando su existencia, resistiéndose a ser ceniza por desuso, encontrando un sentido en el entramado del lenguaje de este libro.

Pero, en otro orden de cosas, cabría hacerse una pregunta a raíz del título: ¿Qué funda el silencio? Y lo escribe el poeta en dos reveladores versos: "Solo el aire es ahora / el único capaz de dar una respuesta". Bob Dylan ya lo había rubricado en una de sus canciones (The answer is blowing in the wind). Se apela al aire como pudiese haberse apelado a la luz, a la nube, al agua o al vacío. De hecho, pueden leerse estos otros: "Las nubes saben de nosotros, / y se ofrecen con celo en su baile de sombras / imitando el silencio". Lo cual viene a confirmar el empeño de dar forma a una experiencia −eminentemente sensorial− resultado de ese esperar paciente de la contemplación. Aunque para el lector se convierta en todo lo contrario: ser la experiencia de una forma. Felizmente.

Y el silencio, al igual que el pensamiento, flota, va y viene, de dentro a fuera, de fuera a dentro, como él mismo lo suscribe: "silencio es dentro y abertura".

No me cabe duda alguna de que "Lo que funda el silencio" (Lastura, 2024) es la consecuencia de una persistencia, de años fructíferos en que la poesía se ha convertido en su razón de ser. Conviviendo con las vicisitudes de la edad madura, de los triunfos y las derrotas. Y que, según ese principio, la espera, siempre nos traerá lo deseable, la calma suficiente, el respiro necesario ("siempre el silencio será un hilo de sutura"). Convertir en cicatriz lo vivido a golpe de poema.

Si en la música, el silencio posee un valor significativo en cuanto a su capacidad para dotarla de estructura, mecanismo indispensable en la composición. Aquí, como unidad temática, se superpone al discurso, al fraseo incesante y −latente− permanece intacto. En la lógica del lenguaje, el lector busca y encuentra la razón filosófica en el contenido de cada poema. Pues el silencio está, aunque no lo esté, siempre en esta voz poética. En la incertidumbre de escribir y exponerse, una y otra vez, al poema, a la búsqueda de esa palabra ausente que se resiste hasta encontrarse. Por insistencia, por oficio, por justicia, por el júbilo de la poesía. Porque, cuánto de celebración hay en la poesía de Luis Ramos. De encuentro, de territorio común, de cercanía, de humanidad.

Alusiones esporádicas a la curación, a la lentitud del agua o su oleaje, a la persistencia de los sentidos sobre la materialidad. Y, como no podía ser de otra manera, al tiempo, en su estricta polaridad (el que permanece o se esfuma). De ahí, estos últimos versos clarificadores: "El tiempo se desvanece o persiste, / arde en su fragilidad, / hurga en el aire y trae / lo que funda el silencio". Esta era, a mi modo de ver, la última respuesta a la pregunta crucial. El tiempo es lo que funda el silencio. Inevitablemente. El tiempo lo es todo, incluso el silencio.

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