Opinión

El ecologista cazador

Los cazadores legales y los ecologistas razonables están más próximos ideológicamente de lo que muchos piensan

Dos cazadores, en una imagen de archivo.

Dos cazadores, en una imagen de archivo.

No lo entiendo, eso fue lo que me dijo un conocido, cuando yo le comenté que me sentía así. Vamos a diseccionar la caza:

1) La legal: según las normas establecidas.

2) La ilegal o furtiva: saltándose las normas.

Vamos a la caza legal. Hay que analizar dos factores:

A) La ética.

B) El aprovechamiento del recurso.

A) ¿Es ético matar a un animal con caza permitida? Este factor es absolutamente subjetivo. Para unas personas no habrá reparo ético, para otras muchas si.

Hace bastantes años yo cacé un zorro de forma perfectamente legal y un rato después un niño –familiar mío– al contemplar el ejemplar muerto me preguntó: "¿Qué te había hecho?", reconozco que la pregunta me desarmó. Yo no iba a aprovechar la carne del zorro, como hago habitualmente con otras piezas de caza. ¿Era eliminar a un competidor?

La carne de la mayor parte de la caza menor es consumida habitualmente por los cazadores y sus familiares y amigos. La carne de la caza mayor es consumida solo en parte por los cazadores, debido a las dimensiones de las piezas, a la dificultad de su traslado por el monte o a que solo les interesa el trofeo, aunque últimamente se comercializan canales de ciervo/a y jabalíes.

¿Es ético matar un animal y dejar la mayor parte del cuerpo en el monte? Algunos aborrecemos esta conducta, porque estamos con el indio Seatle cuando dijo: "nos lo comemos todo, porque respetamos al animal que hemos abatido". Al mismo tiempo hay que reconocer que el abandono de carroñas de animales de caza mayor en el monte viene muy bien a buitres, águila real, milanos, lobos, zorros, jabalíes, etc.

B) Aprovechamiento del recurso: En este momento hay especies de caza mayor y algunas de caza menor (conejo, paloma bravía (variedad doméstica)) que es absolutamente razonable y necesario cazarlas, ya que el capital cinegético es enorme y obtener una renta cinegética ajustada es de sentido común. Los Planes de Ordenación Cinegética buscan conocer lo que hay y cazar solo una parte. Los argumentos como reducir los daños agrícolas y en árboles jóvenes, los daños por atropellos en carreteras y las posibles enfermedades, son razones capitales para mantener la presión de caza sobre jabalíes, ciervos, cabras montesas, conejos, etc. En Castilla y León dos de cada tres accidentes de circulación están producidos por grandes animales silvestres. No he citado al corzo por la enfermedad de la "moscarda del corzo"; ahora hay posiblemente muchos más corzos en los valles de Benavente, que en Sanabria-Carballeda. Este es tema para otro día

En cambio, la caza menor de perdiz roja, codorniz, tórtola europea, etc. en muchas zonas de caza se debería de prohibir temporalmente y esperar a que las poblaciones remonten, si es que eso es posible a corto plazo. Si las circunstancias de todo tipo (pesticidas, labores agrícolas, presión de caza excesiva (aquí o en otros sitios), atropellos, etc.), hacen descender las poblaciones de especies tradicionalmente de caza, no hay más remedio que adaptarse al volumen del recurso, aunque sea duro. Lo otro es esquilmar las poblaciones.

Últimamente yo suelo cazar solo con perros (4 ejemplares) en batidas de jabalí, moviendo el monte para que los cazadores con arma hagan su labor. En esos ganchos de jabalí nos juntamos varios perreros con 15-20 perros y algunas veces se cazan varios puercos salvajes. Tengo que confesar que si existiera el cielo, sería algo parecido a ir por el monte con tus perros levantando en un buen día de invierno jabalíes, ciervos, corzos, liebres, etc.

Yo además soy biólogo y empecé en la caza –pasados los 30 años– como una prolongación de las prácticas de biología; quería manosear las piezas de caza, medirlas, pesarlas, fotografiarlas.

El que suscribe admite la muerte como algo inherente a la vida, no nos parece antiestético sino normal. La negación y la percepción de la muerte de un animal como algo horroroso merece un estudio antropológico y sociológico que dejo a otras personas. Negar la muerte es como negar la lluvia, no querer ver los fenómenos naturales.

Con todo esto, fácilmente, no me admitirán ni muchos ecologistas, ni muchos cazadores, o por lo menos desconfiarán de mi: "·este es un infiltrado". Es el riesgo a correr.

Cuando voy batiendo el monte con mis perros, recojo basuraleza, hasta que se llenan las bolsas o el peso ya es excesivo. Todo ciudadano tiene la obligación de colaborar con los poderes públicos, aportando su granito de arena, en la línea de lo que dijo el presidente americano John F. Kennedy: "No pienses qué puede hacer tu país por ti, piensa que puedes hacer tú por tu país".

Yo lo que llevo mal en los últimos años es lo de contaminar con perdigones de plomo el campo, basuraleza casi imposible de limpiar y además a base de un metal pesado.

Un cazador local de Villafáfila (ya desaparecido) me dijo que si se pudieran sacar los perdigones de plomo de las lagunas, se obtendrían toneladas de ellos.

Los cazadores legales y los ecologistas razonables están más próximos ideológicamente de lo que muchos piensan.

Si este artículo ha sido útil para acercar posturas entre ambos colectivos, ha valido la pena.

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