El físico irlandés Tyndall, descubrió el fenómeno que lleva su nombre, que permitía visualizar partículas invisibles al chocar un rayo de sol y reflejarse en la oscuridad. Podemos afirmar que fue el precursor de las mascarillas; se hubiera llevado una gran decepción al saber que aquellas mascarillas, y algunas de las actuales, son permeables a los virus, no así a las bacterias. También este fenómeno lo hemos observado a través de los faros de un coche en una noche de niebla; las similitudes están en que refractan la luz en ambos casos y las diferencias en que, en el primer caso, se reflejan partículas inertes en suspensión (polvo) y, en el segundo se iluminan las micro gotas de la niebla (aerosoles).

Si buscamos una complicidad entre coronavirus, fenómeno Tyndall, las gotitas de Flügge, los núcleos goticulares de Well, la globalización y el cuarto poder, es posible que se nos ilumine la epidemiología de los coronavirus.

Carl Flügge, microbiólogo, a finales del siglo XIX describe las gotitas que llevan su nombre. Tenemos que medir su tamaño, porque es importante para la transmisión de este virus. Las gotitas de Flügge son grandes, de 10 a 100 micras, y las lanzamos al exterior a través voces, toses, estornudos y esputos. Los núcleos de Well son más pequeños, podemos decir que son gotitas de Flügge evaporadas; cualquiera de las dos son peligrosas y responsables de la transmisión de enfermedades infecciosas respiratorias. Las gotitas, por la cercanía con el huésped se describen como un mecanismo de transmisión próximo, directo, íntimo. Para evitarlas se recomiendan distancias físicas de uno a dos metros de enfermos o infectados, que es su radio de acción. Los núcleos goticulares de Well, se consideran residuos de las gotitas de Flügge evaporadas, su tamaño es mucho más pequeño, pero contienen partículas que pueden mantenerse en el ambiente horas y desplazarse a otros lugares más distantes que las gotitas de Flügge. Dichas partículas pueden contener virus. Los coronavirus, no viajan solos, necesitan estos medios de transporte para transmitir la infección.

Si ponemos el ejemplo del personal de limpieza municipal, concretamente cuando riegan calles y plazas de la ciudad, se pueden reproducir estos fenómenos, ya que al chocar el agua a presión contra el suelo se levantan las partículas de polvo que sirven de soporte a los contaminantes, recubriéndolos de unas micro-esferas de agua. Algunas de estas gotas gruesas van directamente al sumidero y las otras más finas son auténticos aerosoles que permanecen más tiempo en suspensión y susceptibles de ser aspirados junto con el organismo infeccioso. El polvo de un esputo desecado lanzado por el agua en aerosoles no transmitiría el coronavirus ya que este virus es muy frágil a los agentes externos cuando está fuera del organismo portador, no así con el bacilo de Koch que resiste a la desecación. No estaría demás que estos empleados llevaran mascarillas. Y tampoco estaría demás que fueran sancionados los que escupen en las calles.

Tenemos dos mecanismos de transmisión muy importantes. El primero a través de las gotitas de Flügge, que es más directo, inmediato, casi íntimo, ya que estas gotas permanecen menos tiempo en el aire y alcanzan cortas distancias, uno o dos metros, distancias que podríamos denominarlas de protección. El segundo mecanismo de transmisión (núcleos goticulares de Well) es a través de los aerosoles, es menos directo, menos inmediato, donde las medidas de protección son más complejas, menos eficaces y más costosas.

La puerta de entrada por donde penetra el virus es la misma que la de salida, boca y fosas nasales, a excepción de la mucosa conjuntival que solo es de entrada. Tenemos que decir, aunque no es nada tranquilizador, que toda la humanidad es propensa a padecerla, es un virus reciente y el sistema inmunitario del huésped no lo reconoce, careciendo de defensas. Son más vulnerables las personas de edad, con enfermedades metabólicas, déficit inmunitario etc. Aparte de estos factores predisponentes, tiene mucha importancia la carga viral recibida, así como la duración del tiempo de exposición con la persona infectada, por lo que no siempre se puede precisar con exactitud el periodo de incubación, necesario para establecer la cuarentena.

La globalización se ha utilizado con frecuencia en esta pandemia del coronavirus. Indudablemente existen grandes diferencias con las pandemias del cólera o la peste negra, pero creemos que la diferencia fundamental es que la epidemiología está maniatada por la economía mundial. Esta globalización y esta pandemia, es un punto de partida para considerar e incluir como materia troncal en los planes de estudio la disciplina epidemiológica, en las mismas condiciones que las matemáticas, porque ni las matemáticas o la física cuántica nunca van a erradicar las pandemias.

En las enfermedades infecciosas transmisibles se describen clásicamente tres eslabones que siguen un orden: fuente de infección, mecanismos de transmisión, y población susceptible o huésped. En esta pandemia tenemos que añadir un cuarto eslabón, que es el mediático, que no lleva un orden, es errático y que se puede unir indistintamente a cualquiera de los tres eslabones de dicha cadena epidemiológica.

El coronavirus no resiste mucho tiempo fuera del organismo portador, por este motivo tenemos que recordar algunas de las normas básicas de profilaxis para la prevención de la enfermedad, que se olvidan con frecuencia y son baratas, sencillas y eficaces: ¡Lávate las manos! ¡Derrocha agua y jabón! ¡Autoanaliza tus movimientos! Este último apartado es muy importante. Porque forma parte de la liturgia individual y colectiva de la vida y forma parte de las barreras preventivas en la lucha. contra las enfermedades transmisibles.