Entrevista

Georgina Amorós: "He sufrido los gritos en un rodaje. Creo que es algo muy de la vieja escuela"

La actriz catalana protagoniza, junto a Karra Elejalde, la nueva serie de Movistar Plus+ 'Segunda muerte'

Georgina Amorós

Georgina Amorós / MOVISTAR PLUS+

Marisa de Dios

Aunque Georgina Amorós (Barcelona, 1998) empezó en el 'show business' de pequeña, su carrera despegó cuando se convirtió en la interesada Cayetana de 'Élite'. Después de protagonizar la comedia romántica de Netflix 'Todas las veces que nos enamoramos', se ha sumergido ahora en una investigación policial en 'Segunda muerte', la serie de Movistar Plus+ en la que ejerce de hija de Karra Elejalde. 

Sandra, su personaje, parece que ha tenido varias vidas. Fue una joven un tanto rebelde con altas capacidades y ahora es una madre soltera que trabaja como auxiliar de policía en el pueblo. 

Sí. Es una tía muy inteligente que se ha dejado llevar por la gente de su entorno, algo que pasa mucho cuando tienes un don y todo el mundo te empuja a dedicarte a ello. Por eso se fue a Madrid a estudiar, pero se dio cuenta de que no era la vida que quería y regresó al pueblo, a Liérganes. Cuando descubre el cadáver se ve arrastrada a esa investigación y empieza a usar de nuevo su memoria fotográfica. Ese talento es un don, pero también le hace estar peleada con cosas de su pasado, sobre todo en la relación con su padre.

Sandra no solo ejerce de madre con su hijo de seis años, Dani, sino también con su padre, Tello (Elejalde), que sufre un principio de demencia senil. 

Hay un punto en la vida en el que los hijos pasan a cuidar de sus padres. Eso es lo que le pasa a Sandra justo cuando no quiere saber nada de Tello. Pero se da cuenta de que si no empieza ahora, igual cuando quiera recuperar esa relación es demasiado tarde.

Cantabria le da un toque muy especial a la serie.

Tuvimos cuatro meses de inmersión total y, cuando ves la serie, tiene un sentido. Cantabria es un personaje más y creo que también aporta muchísimo a la historia el hecho de que pase en un pueblo tan pequeño. Descubrir el cadáver de una mujer que pensábamos que llevaba siete años muerta hace que se empiece a levantar una red de mentiras y secretos en la localidad y que todo se tambalee. Esa claustrofobia en esa especie de círculo tan pequeño es un detonante que funciona de forma increíble en la serie, y luego están todos esos paisajes de las cabañas pasiegas. También está esa cosa aislada, que por un lado sientes que estás en medio de la nada y que nadie se puede enterar de lo que está pasando, pero por otro hay algo en el ambiente casi onírico.

Ha participado en 'Vis a vis', 'Benvinguts a la família', 'Bajo sospecha', 'Élite', 'Todas las veces que nos enamoramos'... ¿Pero no es Sandra su personaje más adulto?

Sí, porque también soy más mayor. Además, hago de madre, que es algo nuevo para mí y me llamó mucho, así como hacer de auxiliar de policía.

No estará en la despedida de 'Élite'. ¿Le hubiera gustado?

Si me hubiera llegado, ¿por qué no? Fue un capítulo de mi vida muy bonito, donde crecimos mucho. Pero es algo que está cerrado y también tiene sentido que los nuevos personajes sean los que cierren.

Ha trabajado con Woody Allen en la película 'Rifkin’s Festival' y dice que el director hablaba muy bajito, algo que no es normal en los rodajes, donde abundan los gritos. ¿Lo dice porque lo ha sufrido?

Sí que he sufrido los gritos. Hay una mala percepción de cómo se ejerce el poder. Nos hemos criado con muchos referentes en los que el poder se representa con los gritos, con la violencia, la agresividad... Y creo que cada vez más nos estamos dando cuenta de que esa no es forma de trabajar y, por suerte, estamos levantando más la voz cuando se da ese ambiente. Siento que no es para nada necesario ejercer la violencia, los gritos, las faltas de respeto, las humillaciones en un set. Creo que es algo muy de la vieja escuela.

Empezó en el 'show business' a los cinco años, haciendo publicidad. ¿Cree que se perdió cosas de su infancia por ello?

Yo era feliz en un set de rodaje, estaba en mi salsa y lo disfrutaba. Para mí era un juego y me lo pasaba increíble. Tengo recuerdos de no estar un día determinado en una fiesta del colegio, pero no es algo traumático, sino que tuve una infancia diferente a otros niños. No fue frustrante, porque yo estaba donde quería estar. Mis padres siempre me decían que esto era un hobby y que en el momento en el que dejara de disfrutarlo o sacara malas notas, se acababa. Así que era muy consciente de dónde estaba y de qué era lo que quería hacer.