Las mujeres de oro de la Cruz Roja

La organización en Sanabria y Carballeda culmina las actividades de la VIII Semana de las Personas Mayores exaltando la labor femenina

Vecinas de Justel con una trabajadora de Cruz Roja. | Araceli Saavedra

Vecinas de Justel con una trabajadora de Cruz Roja. | Araceli Saavedra

Cruz Roja de Sanabria y Carballeda ha culminado las actividades de la VIII Semana de las Personas Mayores en la comarca, dentro del Reto 1213 de aproximarse a los municipios con menor población.

Justel ha sido uno de esos pueblos con poca población, una docena de vecinos, donde Cruz Roja atiende a varios usuarios es aspectos como "recogernos y traernos para llevarnos a Zamora a hacer las pruebas". Poca población pero "somos cuatro y no nos vemos pero estamos pendientes unos de otros, estamos menos solos que en las ciudades". Los familiares de la mayoría de los vecinos residen fuera y siempre que pueden viajaban hasta el pueblo. Están pendientes de sus huertos, de sus gallinas y sus conejos, el que los tiene.

Claudia y María Dolores, vecinas de Justel, se sientan para compartir una charla coloquio con las técnicos de Cruz Roja, Ana Cordero y Estefanía, dentro de las actividades de la Semana de los Mayores desarrollada en la comarca de Sanabria y Carballeda.

La pregunta de partida es "¿os suena el síndrome de “superwoman”?". Y la respuesta no es otra que "esclavas de nosotras mismas". La esclavitud de las supermujeres tiene antecedentes en la generación de estas mujeres de oro de la Cruz Roja que "mi abuela salía al campo con mi abuelo al amanecer y volvían al oscurecer". Y a veces "la mujer iba delante", cuando se levantaba el marido, ya tenía el desayuno hecho.

Trabajadoras de Cruz Roja en el medio rural. | A. S.

Trabajadoras de Cruz Roja en el medio rural. | A. S. / Araceli Saavedra

El relato de esta generación es el de una vida dura. Hubo quien emigraba con el marido y quien se quedaba en el pueblo para atender a padres y suegros. Atender las vacas, las ovejas, las cabras, el gallinero, las tierras, los hijos y los abuelos, si los tenías, "a veces no te daba tiempo ni a lavarte". "Hemos avanzado mucho y sobre todo en medios". Las mujeres de oro "trabajábamos para los animales, todo lo que ganabas se lo comía el ganado". Unas esclavas, de la casa y del campo.

Los maridos cuando volvían del campo no se arrimaban a los fogones "nunca me hizo ni un huevo estrellado" señala una de las participantes. Todas esas cosas eran normales y se asumían sin cuestionarlas. Confrontar esa experiencia y cultura del "machismo" no es fácil para esta generación, que sí ven cambios en hijos y nietos que sí participan de las tareas domésticas donde la premisa es diferenciar "ayudar y colaborar".

Una trabajadora acaricia a un animal. | A. S.

Una trabajadora acaricia a un animal. | A. S. / Araceli Saavedra

La irrupción de la mujer en el mercado laboral no ha supuesto el reparto igualitario de las tareas. La "superwoman" no puede hacer dos cosas a la vez "no puedes hacer más que nadie. Es un invento del hombre". La capacidad hombres y mujeres es "limitada" pero la carga de los cuidados sigue en manos de la mujer. Parte de responsabilidad también es del colectivo femenino más presto a hacer el trabajo con más rapidez y efectividad. En resumen es la "carga mental" de verse obligada por la sociedad en convertirse en "superwoman".

Suscríbete para seguir leyendo