Llanto por María, una sayaguesa irrepetible

Hoy, bien temprano, al amanecer de la noche más corta del año, las campanas de nuestro pueblo han vuelto a sonar. Pero no para llamar a misa, ni a los valles o a tareas de comunidad. Hoy, lo han hecho con notas cristalinas de llanto. Llorando porque María, la de Isaías, como cariñosamente la llamábamos casi todos, la esposa del mejor tamborilero, para los forasteros, se ha ido a cantarle a los segadores que andan por ahora, muy atareados por ahí arriba entre las estrellas. Se marcha, llevando con ella su vieja cesta de mimbre repleta de cosas para tejer y de cantares. Cantares que cuentan historias y relatos variados de amoríos, gerineldos y muchas coplas de otros tiempos y otras guerras.

Aquí, en Palazuelo, el pueblo que ella tanto quería y donde pasó sus cien años de vida trajinando labores en los montes, de pastora entre veredas y casitos, labrando huertos o dibujando danzas en la plaza, su marcha nos produce una tristeza infinita. Pero nos queda, eso sí, bien clara la grandeza y el orgullo sano y singular de su presencia en cada pequeño espacio donde ella pisó y estuvo. En cada rincón de este pueblo donde fue dejando huellas imborrables de su mucha labor como mujer, como madre, como animadora y actriz en seranos, trillas, fraguas o siegas. Te vamos a seguir queriendo y recordando mucho María, y por mucho tiempo, porque tú, sí que te lo mereces.

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