Sejas de Aliste cuenta desde esta semana con una hija centenaria, Mariana Fraile, nacida en este pueblo el 23 de noviembre de 1915. Cien años llenos de experiencias y aventuras, buenas y malas, las que trae la vida. Un camino largo vivido con una memoria envidiable y una salud casi inverosímil para su edad.

Mariana dejó su pueblo siendo una niña, era huérfana de padre y su madre Ramona consideraba que podía labrarse un futuro mejor lejos de allí, en Argentina, pero un golpe del destino la devolvería al lugar donde empezó su viaje. A los 15 años, el dos de noviembre de 1931, abandonaba Sejas de Aliste entre lágrimas. Iba acompañada de otra chica de Rábano y un pariente lejano llegado de Viñas, pero ella solo podía pensar en todo lo que dejaba atrás. Acababa de representar junto a sus amigas la comedia "La estrella de Sevilla", y ella era la protagonista. Una semana después, en el puerto de La Coruña, se subían al barco Sierra Córdoba, un buque trasatlántico de la compañía alemana Norddeutscher Lloyd que durante años llevó a miles de emigrantes de Europa a Sudamérica.

En Buenos Aires su primer destino fue servir en la residencia de un médico y su mujer en la Avenida Ribadavia, la querían tanto que ambos murieron en sus brazos. Después trabajaría como dama de compañía en una familia de millonarios, judíos de origen alemán. España languidecía tras una guerra cainita y sobre el resto de Europa se cernía el peor de los terrores, pero Mariana vivía entre la alta sociedad porteña, un mundo de color y diversión que, lejos de sufrir la guerra, se enriquecía con ella. Sus jefes exportaban cereales a las potencias aliadas y ella llegó a hacer de camarera en una fiesta benéfica en la que 600 damas recaudaban dinero para los niños franceses jugando al bridge.

Incluso los momentos más difíciles de esa etapa de su vida permanecen grabados como divertidas anécdotas en la inagotable memoria de Mariana. La familia a la que servía solía pasar los veranos en Montevideo, ella tuvo que aprender a nadar por si alguna vez era necesario rescatar a los niños. En una ocasión cruzando el Mar de Plata, el día de la Inmaculada, el barco fue golpeado por un fuerte tifón que puso el suelo en el techo y al revés, haciéndoles temer por su vida, Mariana presume entre risas de haber sido la única que consiguió no marearse en ese aparatoso viaje.

Una joven que conoció el amor en Argentina. A los 32 años se prometió con Darío, un aviador que le enseñaba el cielo desde la avioneta que conducía en el club de deportes. Pero cuando todo en la vida le sonreía, Mariana recibió una carta desde Sejas que no traía buenas noticias. Su hermano Andrés le advertía que a su madre se le acababa la vida, y ella lo dejó todo atrás para despedirse de su mamá. Afortunadamente, su madre se recuperó y la parca no la visitaría hasta 21 años más tarde, pero necesitaba alguien que la cuidara y Mariana se debía quedar en Sejas para dedicarse a ella mientras su hermano emigraba a Brasil. Darío escribía y enviaba retratos, pero la correspondencia se alargaba cada vez más en el tiempo hasta que dejó de llegar.

"Se me vino en el mundo encima", recuerda. Era 1948, habían pasado 17 años de su partida y llegaba desde el centro de Buenos Aires, una urbe del primer mundo, a una aldea que era mucho más pobre y triste que cuando la abandonó siendo una niña. Un pueblo que sufría la posguerra, sin luz, sin asfalto, frío, y en el que no había ni elegantes fiestas de máscaras ni novios aviadores. Tocaba volver a empezar desde cero, sobrevivir con lo poco que tenían, trabajando la tierra y con el ganado.

A partir de ahí, Mariana vivió la dura experiencia del monte alistano, la misma que ha forjado las vidas de todos los hombres y mujeres de su generación, trabajando, guardándose del temido lobo y volviendo a trabajar. En 1950, dos años después de su regreso a Sejas, Mariana fue madre. Nació su hijo Ricardo, a quien sacó adelante ella sola. Ahora también tiene una hija política, Manuela, juntos le han dado dos nietos, Héctor y Noemí, y tres bisnietos, Alexia, Ariadna y Ander.

Ayer Mariana Fraile tuvo la oportunidad de celebrar por adelantado su centésimo cumpleaños junto a su familia, sus amigos, y los vecinos de su pueblo en un emotivo homenaje organizado por el ayuntamiento que preside José Luis Bermúdez, quien le hizo entrega de un ramo de flores y dos obsequios muy especiales, una copia enmarcada de su visado de entrada en Argentina, y una ampliación de la foto de su pasaporte de regreso, cuando tenía 32 años. La efeméride es especialmente importante para el pueblo, pues se trata de la primera vecina centenaria que se recuerda en Sejas.

Una jornada feliz para celebrar un siglo de vida, probablemente agridulce. Mariana suele afirmar convencida "he venido a este mundo a sufrir, pero gracias a Dios por el sentido que me ha dado y la memoria que tengo, son lo que me han permitido salir adelante".