La piedra y el manantial son los dos topónimos que dan vida a un lugar encantador en la provincia de Zamora donde a la misma ribera de La Guareña está establecida una ganadería de bravo que tiene y exhibe con orgullo la misma localidad, Fuentelapeña.

Los prados de Fuentelapeña sustentan y redondean el vigor y la fuerza de toros bravos para su utilidad singular en la fiesta, compaginar su grandeza y deleitar enseñando al aficionado. Allí, entre cuarteles de expansión pacen las reses de Santa María de los Caballeros que este es el nombre tan acertado que adoptaron sus creadores para definir la explotación agropecuaria.

Santa María de los Caballeros, uno de los hierros zamoranos de bravo más prestigioso y conocido, ha elegido en esta ocasión la víspera de Santa Cecilia para interpretar la música agradable de su producto mejor ganadero. Entre las corraletas una sinfonía de mugidos, berridos y reburdeos que tiene como protagonista a 46 becerros destinados al herradero. De ellos, 29 machos y 17 hembras. Así se oye por todo el campo entre la rebujiña, alegría y palabras mezcladas con un olor acre característico, entre el humo, a torreznos fritos y pelos chamuscados, una musicalidad recia y profunda del alma rural y quehacer ganadero.

Son ya varios años los que venimos a esta fiesta ganadera de importancia capital como es el bautizo a fuego de los becerros de saca, marcándolos a hierro candente con el anagrama de la ganadería, invitados por los titulares del hierro, entre los que destacan Luis Manuel García Fernández, "Luisma", siempre afable y atento conmigo; Juan Carlos Encinas y Carlos Gutiérrez. Sin olvidarme de la madrina de este bautismo Ana Belén Sánchez ni de Juan Carlos Verdugo y su hijo Carlos que se afanan haciendo la muesca en la oreja derecha, aplicar el hierro candente y echar el alivio del aerosol cicatrizante, además de colocar la vacuna contra el carbunclo y desparasitar uno a uno todos los animales.

Y ya los pequeñuelos Marcos e Iker van adquiriendo hechuras y desarrollo en su infancia para echar también una mano en la tanda laboral de este día de fiesta, aunque éste último algo aburrido y desengañado por el sol brillante y el tiempo frío y ventoso se fue con su madre a recoger setas en uno de los cuarteles, cayendo al agua del río y poniéndose de barro hasta las trancas, como no digan dueñas, entre las risas de unos, el disgusto de la madre, la sonrisa satisfecha de su padre por el aprendizaje recibido y las risas tras las lágrimas de disgusto de la criatura, una vez que le colocaron ropa seca en el garigolo. También está allí Luis Miguel Ballesteros, taurino zamorano de reconocido prestigio, echando una mano con los hierros candentes y el cicatrizante. Mientras tanto, los veterinarios Sergio Yébenes y Javier Florniewicz, éste último me tiene que dictar su apellido para luego escribirlo bien, extraen la sangre, vacunan y normalizan técnicamente la saca del año.

Todo empezó con "napoleón", becerro con crotal 4846, de pelo negro meano, marcado con el número 1, por ser el primero de esta extraordinaria saca de reses bravas y se cerró con "gaviota", la última becerra de la faena.

A media mañana cuando se lleva algo más de la mitad del trabajo hecho, todos paran, en descanso merecido, para degustar la empanada y el vino de Fuentelapeña, además de su rico pan reciente y tortilla gulosa e intercambiar saludos y palabras. Es el momento de compartir. Luego se reanuda rápido la labor porque los veterinarios, que son madrileños, están antojados en regresar a Madrid para ver el partido de fútbol. De manera que, una y otra res, van pasando por el mueco metálico en donde se les aplica la marca de la ganadería, el hierro de la misma, el guarismo 5 por haber nacido en 2015, entre el tufo a pelos chamuscados y berridos característicos.

Es un ciclo este de volver a empezar, de renuevo, de comienzo de todo, de pleno significado y compendio de una Tauromaquia eterna, sin complejos ni tapujos, abierta, llena de vida y de singularidad para todos cuantos se acercan a ella, con la verdad, la profesionalidad, el esfuerzo, el cariño y el amor por sí misma.

Hoy han nacido para la lidia desde tierras zamoranas 29 toritos bravos. Y lo han hecho entre los prados de la Guareña, la tierra de Claudio Moyano, un alcalde de Valladolid, ciudad taurina, y rector de su Universidad, reformador del sistema educativo español e impulsor de los ferrocarriles en el pueblo acogedor y hospitalario de Fuentelapeña. ¡Que Santa María de los Caballeros y el Santísimo Cristo de Méjico inunde de luz y esperanza a todos cuantos viven en este pueblo zamorano y que sus toros salgan con bravura y nobleza, acometividad, raza y fiereza en esa amalgama genética que significa un toro bravo!. Ese es nuestro deseo. Y especialmente pronta recuperación a Luisma García Fernández, el padrino que no pudo estar presente en el bautizo de sus becerros por encontrarse enfermo. ¡Mucha suerte ganaderos!