Toda una vida entre ajos

A sus 75 años Adolfo Pascual García sigue hincando el lomo en la tierra. Lleva toda la vida sembrando ajos, como su padre, en la comarca más ajera de Zamora. A las puertas de la feria de San Pedro, el principal mercado para los pequeños productores locales, los cultivadores tienen puestos sus ojos en la inminente cosecha de un cultivo cuidado con esmero desde su plantación, en noviembre. "Ajo por qué fuiste ruin, porque no me sembraste en San Martín" dice el sabio refranero.

Adolfo Pascual, es uno de los ajeros más veteranos de la populosa feria de las Tres Cruces. Casi medio siglo cargando con las ristras, primero en los carros y después ya motorizado, desde Guarrate hasta la capital. "Antes iban cuatro puestos pero aquello fue aumentando y hubo años que llegaban algunos montones a los árboles" cuenta mientras observa junto a su hermano Juan el buen tono que este año lleva la cosecha.

"El ajo en esta zona siempre se ha dado muy bien" expresa el veterano cultivador. Es una planta muy rústica, aunque no menos que el rudimentario sistema con el que este agricultor de Guarrate prepara la tierra; una antigua sembradora de remolacha con la que maneja perfectamente el terreno y marca los surcos. "Se ríen de mi cuando voy con este tractor -cuenta mientras señala a la antigualla-, pero mira que buenos están".

¿Cuál es la clave?. "Para que se hagan gordos hay que sembrar un diente gordo, uno chiquito no vale. Y tampoco que vaya muy profundo; el ajo y la patata que te vean ir para casa, decían siempre que se sembraba" relata el veterano cultivador mientras muestra orgulloso la plantación.

Si el final del ciclo no se tuerce Adolfo confía en presentar unas buenas ristras en Zamora. "Yo creo que es buen año de ajos; esta tierra no se ha regado casi nada y mira como está, con las pocas veces que ha llovido ha bastado. Ahora hay que esperar que engorden bien las cabezas".

¿Cuándo se sabe que está en su punto para recogerlo?. "El momento clave es cuando se cae la hoja y se va secando todo el porreto". Hay quien lo saca a mediados de junio, pero este ajero guarratino prefiere aguantar un poco más.

Todo perfectamente calculado para que en San Pedro las ristras estén preparadas para la venta e uno de los más importantes mercados urbanos de ajos de España. "Yo voy encantado para allá; hay que lidiar con las mujeres, que no creas que es fácil -confiesa entre risas-, y no sentarse. Allí hay mucha competencia, hay que estar a vender. Yo no paro".

¿Anécdotas?, "muchas; el año pasado llegaron dos matrimonios y dicen ¡qué buenos ajos!, los compraríamos pero es que vamos al hospital. Les digo, no se preocupen, aquí están los ajos, lo que hace falta es que les den buenas noticias, es lo principal. Pues por la noche me los fueron a buscar".

Dice que lidiar con el comprador no es fácil, "sobre todo con las señoras, son muy listas; empiezan es que si llevo muchos se me estropean, pues si se estropean los tira les digo. Se matan a reír y ya quedamos tan amigos".

Memorables también aquellas largas noches al sereno, cuando viajaban en carro hasta la capital; "menudas juergas se montaban, aunque yo nunca llegué a eso". Por aquellos años los ajeros "se iban a dormir a un hotel bueno". ¿Dónde?, "debajo del carro -responde sin perder el buen humor-; menos mal que era junio. Ahora echas una lona y para casa".

Recuerda Adolfo aquellos viajes "con dos mulitas pequeñas" tirando de la carga; "uno se dedicaba al transporte y llevaba lo de tres cuatro". Y cómo cuando sobraban ajos "muchas veces los tiraban al río; no daban nada por ellos así que, al agua".

Hoy las ventas no se dan mal. La feria del ajo de San Pedro está plenamente consolidada. Aunque por si acaso este cutivador de Guarrate, sin apartarse de la chispa, no ceja en su empeño de pedir a los médicos que recomienden los ajos "para que a nosotros nos vaya bien".