Aunque se vieron por primera vez hace unos meses, con motivo de la exposición, el pintor Eduardo Arroyo y el comisario de la muestra, José Manuel Matilla, mantienen en común recuerdos de infancia marcados por las moscas. El insecto que Arroyo ha llevado a su obra hasta la saciedad, despertó en el también jefe del Departamento de Dibujos y Estampas del Museo del Prado recuerdos de su propia niñez, de los veranos transcurridos en el pueblo natal de su padre, Malva del Vino, que aún frecuenta. El último trabajo de Matilla es también una de las últimas exposiciones itinerantes de El Prado. «El Cordero Místico» plantea la reflexión del artista sobre el sentido contemporáneo de la obra homónima de los hermanos Hubert y Jan van Eyck, conservada en Gante, elaborando una reinterpretación personal de la misma a través de 21 dibujos al mismo tamaño del original y en blanco y negro que componen los paneles de la famosa tabla flamenca.

-Usted veraneaba en el pueblo de su padre.

-Sí, y aún voy allí, porque allí están las cenizas de mi padre y de mi madre.

-Curiosa conexión entre usted y el artista Eduardo Arroyo, las moscas.

-Sí, compartimos recuerdos de infancia, por decirlo de alguna manera. Él en su pueblo de León y yo de los veranos en Malva con aquella presencia sempiterna de cantidades de moscas. En realidad creo que se trata de un recuerdo de toda la España rural de los años 60 y 70. Por eso decidí reflejar en el catálogo de la exposición de una forma paralela los recuerdos de la infancia de cada uno relacionados con el insecto. Yo también experimenté la misma sensación que describe Arroyo y que luego ha plasmado en su obra, en una alegoría perfecta con esa España del subdesarrollo económico, pero también subdesarrollada moralmente.

-¿Y usted cree que en la obra actual de Eduardo Arroyo las moscas vuelven a representar lo mismo que entonces?

-La mosca tiene un valor simbólico de todo lo que obligó a Arroyo al autoexilio, y ese símbolo ha terminado por convertirse en una marca de autor. Es cierto que la mosca se se asocia a valores negativos, pero no creo que Eduardo Arroyo vea a la España actual de esa manera. Afortunadamente, hemos cambiado.

-¿Responde a las expectativas la exposición de Eduardo Arroyo?

-Sí, pero es que, además, tenemos la feliz coincidencia de que la muestra de Arroyo coincide con la de Rafael y la de Murillo, de forma que funcionan como una especie de recorrido paralelo a la colección permanente de El Prado.

-¿Los museos notan la crisis en forma de menos visitas?

-La gente sigue viniendo al Museo, no hay descenso de visitas, al contrario. Es un reclamo para los turistas que llegan de otros países, un polo de atracción.

-¿Es el resultado de la política de combinar las grandes exposiciones temporales con una de las más grandes colecciones permanentes del mundo?

-Eso y otra serie de actividades. En los últimos años hemos realizado un proceso para que la cultura llegue a los sectores más amplios y que las exposiciones estén pensadas para todo tipo de públicos, trabajando en la divulgación y realizando labores muy importantes con los escolares o la Universidad a través de cursos monográficos. También han sido decisivas las actuaciones en Internet, con la creación de la página web o a través de las redes sociales. Y eso se traduce en un interés creciente y en más visitas.

-Usted está al frente del Departamento de Estampas y Dibujos. ¿Es más difícil llegar al gran público con este tipo de manifestación artística que con la pintura o la escultura?

-Para alguien menos formado sí puede ser más difícil, porque son obras sobre papel, a menudo carentes de color o de grandes formatos. Pero el dibujo representa el origen del trabajo del pintor, aquel que se realiza en la intimidad, son parte del proceso creativo del que se acabarán aplicando las ideas del artista. Cuando se aprende a mirar los dibujos, se comprende la esencia del artista. Es el caso, por ejemplo, de Rafael, cuyos dibujos son, quizá, sus piezas más bonitas.

José Manuel Matilla Rodríguez

Valladolid 1962

Descendiente del pueblo zamorano de Malva, donde nació su padre, José Manuel Matilla Rodríguez es el jefe del Departamento de Dibujos y Estampas del Museo Nacional del Prado. Licenciado en Geografía e Historia, en la especialidad de Historia del Arte, por la Universidad Complutense de Madrid, entró en el Museo del Prado en 1999 como conservador del departamento del que es máximo responsable desde hace nueve años. En este tiempo ha sido el artífice de la adquisición, publicación y exposición de series gráficas de Goya y Velázquez. Comisario de importantes exposiciones celebradas en la pinacoteca nacional, la última de la que es responsable es «El Cordero Místico», del pintor Eduardo Arroyo, que podrá verse en El Prado hasta el 30 septiembre.