Los pueblos de Zamora como esperanza

Hoy conocemos... Santa Cruz de los Cuérragos

Donde la geografía, la historia y la obra humana forman un todo perfecto

Vista general de Santa Cruz de los Cuérragos.

Vista general de Santa Cruz de los Cuérragos. / l javier sainz

Javier Sainz

Muchas veces la búsqueda de un paraíso, de un remanso de paz, se presenta como tarea compleja y obsesiva. En otras ocasiones, bien es verdad que escasas, ese edén aparece de improviso, provocando un sinfín de emociones positivas. Esto último sucede cuando acudimos al entrañable pueblo de Santa Cruz de los Cuérragos, ubicado en el medio de una naturaleza grandiosa, en uno de los confines de la provincia zamorana.

Su término ocupa parajes muy quebrados, con montañas de laderas escarpadas y barrancos profundos surcados por arroyos impetuosos, midiendo más de 300 metros los desniveles existentes entre las cumbres dominantes y los fondos de esas depresiones. Tres son las cadenas orográficas que accidentan estos espacios, la de Peña Falgueira, la de Barreras Blancas y la más importante Sierra de la Culebra. Dejan entre sí valles angostos, recorridos por las riveras de La Fraga y de Los Infiernos, las cuales al unirse generan el más renombrado río Manzanas. Aunque hay zonas desnudas junto a otras ocupadas por matorrales, abundan los bosques frondosos, sobre todo de robles, a los que se unen diversos pinares de repoblación ya adultos. Destacan a su vez los castaños, muchos de ellos centenarios, de troncos enormes y retorcidos. También hallamos cerezos silvestres, intensamente blancos en su floración. El sotobosque resulta denso, formado por brezos de diversas variedades.

En cuanto a su situación geográfica, la localidad pertenece a la comarca de La Carballeda, estando incluida en el ayuntamiento de Manzanal de Arriba, de quien forma uno de sus extremos más alejados. Dista de la cabecera municipal unos 9 kilómetros en línea recta, los cuales se duplican al acceder por carretera. Confluyen en sus tierras las lindes de las comarcas de Aliste, Sanabria y la mencionada Carballeda. Pero también lo hace el vecino Portugal, con el que marca un amplio trecho de frontera, de unos cinco kilómetros de longitud. Esa línea de separación internacional marca por aquí uno de sus quiebros más acusados.

Evocando la historia local, se sabe que ciertos grupos humanos deambularon por estos enclaves desde muy antiguo. Bien localizable es el castro de la Edad del Hierro, denominado de Peña Castillo. Se ubica al oriente de la población, sobre la cumbre de una estratégica montaña. Ocupa una mesetilla rocosa, con rebordes cortados en vertical por tres de sus costados, siendo accesible sólo por el oriente. Por esta parte se construyó una muralla, de la cual aún perdura algún trecho del paramento originario, pero es perceptible todo su trazado por los amontonamientos de piedras generados por su derrumbe. Posiblemente comenzó a habitarse hace unos 2500 años, manteniéndose con vida con la conquista de los romanos.

1.- Vista general del pueblo

Iglesia de Santa Cruz de los Cuérragos. / J. S.

Avanzando hasta la Edad Media, el pueblo aparece mencionado en documentos escritos desde mediados del siglo XIII. La primera cita está datada en el 1242. Por entonces pertenecía al Monasterio de Moreruela. Se ignora la fecha exacta en la que esa abadía se hizo con su posesión, aunque es muy probable que lo fuera desde el siglo XII, desde el reinado de Alfonso VII, cuando este monarca donó al cenobio los cercanos Manzanal, Folgoso y Cional. Por entonces aparece denominado como “Sancta Cruz que diz del hermo” o también Dehesa de Santa Crus. Es muy posible que los monjes instauraran aquí alguna de sus conocidas granjas, pues la tradición local que afirma que hubo un convento. Llegados al año 1431 el conde de Benavente, Rodrigo Alfonso Pimentel, compró todas las posesiones de Moreruela en esta zona, incluyéndose en ellas este lugar de Santa Cruz. A su vez se sabe que un buen número de gentes que aquí habitaban abandonaron la localidad para repoblar Abejera en el año 1541, momento en el que fue fundada por Bernardino Pimentel, señor de Tábara.

Su ubicación fronteriza de Santa Cruz de los Cuérragos hizo que padeciera intensamente los conflictos bélicos con Portugal

En los periodos bélicos acaecidos entre España y Portugal, sobre todo en los momentos de la Guerra de Restauración de ese país vecino, el pueblo, debido a su emplazamiento fronterizo, sufrió intensamente con las acciones militares. Soportó un encono profundo con el contiguo pueblo portugués de Guadramil. En la víspera del día de Santa Lucía de 1679, una partida de gentes de Guadramil entraron en Santa Cruz saqueando sus casas. Poco después, el 3 de marzo de 1781, volvieron a invadir el lugar y mataron al alcalde de un disparo de arcabuz. Avanzando hasta el siglo XX, en los duros momentos de carestía tras la Guerra Civil, ciertas personas del lugar practicaron el estraperlo, introduciendo a escondidas, desde el otro lado de la frontera, productos que en España escaseaban, pero llevando también otros muy demandados en tierras lusas. El trasiego se hacía por sendas ocultas, que abandonaban por otras cada poco tiempo. Fue una actividad arriesgada, ya que la Guardia Civil vigilaba celosamente para evitarlo, apostada en diversas garitas estratégicamente ubicadas.

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Arquitectura típica sanabresa en Santa Cruz de los Cuérragos. / J. S.

Secularmente, las gentes locales se dedicaron a la agricultura y a la ganadería. Debido al éxodo rural, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX se marchó de aquí gran parte de la población. Incluso, durante algún invierno el pueblo llegó a quedarse totalmente vacío. Debido a esa atonía, las viviendas se mantuvieron sin apenas reformas, como detenidas en el tiempo. Ante ello, el ayuntamiento local, en el año 1996, declaró al núcleo “Conjunto de Interés Cultural”, protegiéndolo con normas urbanísticas que lograron su resurgir. Se han vuelto a establecer antiguos moradores y nuevas gentes lo han elegido como segunda residencia. Existen ahora dos “Casas rurales”, cuidadas y equipadas con esmero, que atraen a turistas y visitantes. En nuestros tiempos esa actividad hostelera es el principal recurso económico.

En cuanto al nombre de la localidad, desde antiguo sólo se llamó Santa Cruz o Dehesa de Santa Cruz. Ese sonoro apellido de “los Cuérragos” se incorpora muy tarde, pues figura escrito por vez primera en el año 1765. El significado común de cuérrago es el de canal derivado de un río destinado a llevar agua a un molino o para el riego. Como aquí eso no pudo ser, se piensa sobre la existencia de cauces menores relacionados con labores mineras. Los filones de de hierro y las ferrerías fueron muy abundantes en toda esta parte de la Sierra de la Culebra.

Al recorrer el casco urbano local, advertimos que tiene como eje la denominada Calle Principal, la cual atraviesa el pueblo de norte a sur. De ella parten otras vías menores rotuladas como Callejón, Las Portonas, Cañada, Fuente, Tollero… La bien conservada arquitectura tradicional está formada por muros de rústica mampostería para la que se utilizaron bloques pétreos muy desiguales, combinando cuarcitas con lajas oscuras. Los tejados son todos de losas de pizarra. Muchos de los vanos, puertas y ventanas, aparecen enmarcados con madera, siendo de ese material tanto los dinteles como las jambas. Para unos pocos ejemplares se destinaron grandes sillares de granito. Son muy característicos los balcones o corredores, provistos de antepechos de tablas, que en algún caso pueden estar recortadas con hermosas formas geométricas o formando balaustradas. También son comunes las escaleras externas. A su vez, los precarios suelos de las calles, de tierra de antaño, se han sustituido por un estético enlosado. Debido al celo con el que se ha vigilado el mantenimiento de las formas heredadas, en las restauraciones modernas se han repetido los caracteres seculares, formando así un conjunto admirable, uno de los más hermosos y armónicos de toda la provincia.

Por la calle de la Fuente se accede hasta el manantial que propició que se asentaran aquí los primeros habitantes. Consta de un chorro rumoroso, cuyos aportes acuáticos se acumulan en una pileta pequeña para verter después en el más extenso pozo de lavar. Los sobrantes se reparten, más abajo, entre las antiguas huertas, ahora asilvestradas.

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Fuente en Santa Cruz de los Cuérragos. / J. S.

Casi a la orilla de esa mencionada fontana se emplaza la iglesia, titulada de la Santa Cruz. Es un monumento sumamente modesto, con formas de humilde ermita más que de parroquia. Para ella se está a la espera de una necesaria restauración. Posee cabecera cuadrada y corta nave, irguiéndose una espadaña de un solo vano sobre el muro de poniente. La puerta se abre hacia el mediodía, formada por un arco simple apoyado sobre jambas rematadas en impostas muy molduradas. Esa entrada queda al resguardo de un diminuto portal donde campea una de las habituales cruces de santa misión. También se halla ahí la denominada “Caja de las ánimas”, una especie de altarcillo con formas de armario, provisto de puertas con cristales. Dentro se exhibe una rústica composición pictórica, casi borrada, en la que se representó un calvario, con Cristo Crucificado, la Virgen y San Juan. Los devotos encendían velas, quedando huellas de las llamas. Ahora hallamos flores artificiales, las cuales agregan intensos toques de color. Tras acceder al interior del templo, apreciamos su modestia. Está presidido por un retablo barroco formado por cuatro estípites, con un sagrario expositor en el medio.

Es muy posible que a lo largo de las calle locales estuviera marcado un viacrucis, desaparecido en nuestros días. Su estación principal, la del calvario, se colocó a las afueras, en la zona que fue de las eras. Allí perduran sus pedestales, con piedras en las que se marcan los agujeros que sirvieron para encajar cruces de madera ahora perdidas. En la última casa hacia esta parte, fijo en su fachada, hallamos otro signo cristiano. Posee una tablilla central a modo de capillita en la que está pintado un crucifijo, con bustos por debajo, que suponemos sean las almas del Purgatorio. En una catela inferior se aprecian P. N. Abe María. Acaso las letras primeras sean las iniciales del Padre Nuestro.

Desde las mencionadas eras parte una senda que desciende al barranco por donde discurre el arroyo principal. Allá abajo, para salvar el curso acuático, se tiende el llamado Puente de los Infiernos. Está formado por un sólido arco, apoyado en gruesos malecones laterales. Aunque se le ha fechado como romano, se sabe que fue construido o al menos rehecho, a comienzos del siglo XX. Estuvo al servicio de viejas rutas que desde Aliste comunicaban con Puebla de Sanabria esquivando Portugal. El entorno es áspero pero impactante.

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